6 de abril de 2009

Llamadme Alex (Toca post suicida)

Un cortometraje de Alejandro Pérez se ha llevado el premio del público en el Notodofilmfest.
Primero, aquí lo tenéis si no lo habéis visto:



(y aquí en bastante más calidad)

Voy a intentar responder aquí a varias preguntas que han ido surgiendo durante meses. De paso creo que se podrá ver un poco la evolución del tinglado.

¿Llamadme Alex?

Cuando salí a recoger el premio tenía en la cabeza tres o cuatro hilos de pensamiento y me di cuenta demasiado tarde de que cualquiera de ellos iba a resultar tremendamente complicado de resumir al vuelo, así que me quedé en "Llamadme Alex" y me callé.

Lo que quería decir es que no soy el personaje. No es una autobiografía. Ni mucho menos. La decisión de protagonizarlo yo se tomó como un mes antes de rodar, y la de que el personaje tuviera mi nombre fue un día antes de grabar al locutor. El nombre temporal un montón de años ha sido "Un cortometraje de Indalecio Cortés". José Luis Gil leyó la primera versión del guión antes de Aquí no hay quien viva, con que imaginad. Y él fue el primero en decirme que tenía que protagonizarlo yo. ¿Honestidad? ¿Ego? ¿Las dos cosas? No tengo ni idea de hasta qué punto, pero que quede claro: Me considero muy mal actor. Si hay algo bueno en lo que hago, hay que darle las gracias a Olga, tiene todas las papeletas para acompañarme como coach durante muchos años, y Vania, en quien confío ciegamente si ve una toma buena en el monitor cuando yo no puedo mirarlo. Independientemente de eso, he llegado a meterme algún efecto especial para mejorar mi interpretación. Si no hubiera tenido una idea aproximada de cuánto iba a quedar de mí tras el montaje, me habría horrorizado protagonizarlo.

Para mí el corto sigue llamándose Indalecio, tanto que tengo el ordenador lleno de carpetas, discos duros y versiones temporales con ese nombre. De no haberlo protagonizado, tenía reservado para mí el papel de amigo que se encuentra con Indalecio a las puertas del cine, que habría sido uno de los momentos más gratuitos si no hubiera podido contar con Héctor y Fer, dos buenos amigos que ya colaboraron en Idea. Dicho esto, recomiendo encarecidamente a todo aquél que quiere hacer cine en cualquier departamento que se obligue a sí mismo alguna vez a interpretar (más o menos). Puede llegar a ser muy divertido o todo lo contrario, pero por encima de eso es toda una terapia.

Hay bastantes diferencias entre mi personaje y mi persona. Yo también veo un problema gordo en todo lo concerniente al metalenguaje. Pero vamos, no me parece tan grave, porque me salí de esa cerrazón hace bastante tiempo. De todos modos, las pelis sobre pelis son mi guilty pleasure personal, hasta disfruté un poco del remake de Embrujada, que es una señora porquería.

Y lo noto bastante en las ideas que se me ocurren, sin que necesariamente sean una peli dentro de otra. En del universo que es elegir las decisiones que toman tus personajes, gran parte de las que soy capaz de pensar son "vamos a liarla parda haciendo algo imposible", que es algo muy cercano a lo que mi subconsciente entiende como hacer cine. En ese sentido abstracto, hay muchas pelis que veo como metalenguaje oculto, sólo en su trasfondo, como El golpe o, desde el ángulo del espectador, La ventana indiscreta, que ya Truffaut consideraba una peli sobre cine en su conversación con Hitchcock. No pueden considerarse metalenguaje per se, pero poseen ese algo sus autores que auna sus inquietudes cinematográficas con una ficción que nada tiene que ver con su trabajo.

Falla el final. El corto sería mejor sin los últimos cinco segundos.

Estoy bastante de acuerdo, pero no del todo. Coincido totalmente en que el suicidio final es habitualmente un fallo de guionista primerizo, de hecho fue una de las críticas de la secuencia de la reunión que se quedaron descolgadas en la mesa de montaje. Vigalondo me lo definió el otro día como "un problema inevitable". Tal y como yo lo veo, el verdadero trauma del personaje está en el hecho de que su vida quepa en una autobiografía de tres minutos y medio y vivir no tendrá sentido después de terminar la única obra que es capaz de hacer. El final está literal, físicamente desde el principio, en la oscuridad. De cualquier modo quien peor lo ha pasado viendo mi suicidio ha sido mi madre, que se pegó un susto cuando leyó el guión. Mami, perdón.

¡Caes en lo que denuncias!


Sí, desde luego. Mi única respuesta a eso es que ES el punto de partida, el conflicto. No tengo nada más que decir al respecto. Por otro lado, cometo otro error muy vergonzoso, avisar de la autoconsciencia de otros fallos como si eso los justificase. Como si decir "valga la redundancia" justificase la redundancia. No la justifica. No vale porque digas que valga. Cuando un autor hace eso, es por temor, siguiendo el juego del escritor-lector en el que el primero intenta asegurarse de que el segundo no le alcanza, incluso cuando es obvio que sí.

No menos bochornoso es explicar tu propia obra, frase que resume por dentro y por fuera todos los problemas que he expresado arriba. Pero hoy toca post suicida, nunca mejor dicho.

¿Se te ocurrió antes o después de ver Adaptation?

Surgió por esas fechas, pero no sé si fue antes o después. Muy probablemente fue antes de verla pero después de ver el trailer, y no por esa peli, sino porque con ella en la cabeza vi desastres como ¡Arde Hollywood! o El pepinillo. Fue entonces cuando empecé a darme cuenta de lo vago que es un guionista cuando recurre a un rodaje. El Hollywood independiente está lleno de películas sobre películas rematadamente malas, tanto que si uno ve una a las tres de la mañana, tiene una sensación de deja vu, "¿ésta la he visto ya o todavía no?", que no produce ni la peor serie B de la época de Ed Wood. Las películas que nos han acercado el mundo del cine cuando estábamos fuera, demuestran el poco esfuerzo de sus autores cuando vemos que todos los personajes son estereotipos: El productor tacaño, el director gritón, la actriz diva. Como si nunca hubieran buscando esforzarse. Y puedo decir sin temor a equivocarme que el género metalingüístico tiene un porcentaje de fracasos muchísimo mayor que cualquier otro. No solo por ello, sino porque al resto de la gente tiende a no interesarle. Encontrar el equilibrio de Entourage, 30 Rock o Larry Sanders tiene muchísimo mérito, para ellas ha hecho falta fracasar en docenas de series como Unscripted, Fat Actress, Studio 60, Action o The Comeback, aunque cualquiera de ellas nos guste tanto o más a los que nos dedicamos a esto.

¿Qué más influencias tienes?

Creo que las principales influencias son aquellas pelis que de un modo u otro hablan de sí mismas. La que más, aparece en el corto: All That Jazz. Creo que es la película más brutalmente honesta que se ha hecho jamás en la historia. Si yo me hubiera suicidado de verdad, no habría sido ni la mitad de honesto que Bob Fosse, que ni siquiera necesitó interpretarse a sí mismo para explicarse, para contar el conflicto que supone tener una creatividad que parte de la autodestrucción. Probablemente si tuviera más reciente Desmontando a Harry (llevo 10 años sin verla), la acreditaría también por cosas parecidas. Pero las que más me fascinan son las películas que hablan de sí mismas sin pretenderlo. Por ejemplo, estoy seguro de que Cuba Gooding Jr. se acabó convirtiendo en su personaje idiota de Jerry McGuire y eso arruinó su carrera.

Otra peli fascinante por razones cercanas es Showtime, uno de esos desastres protagonizados por Robert De Niro haciendo de policía. A estas alturas, ha hecho más veces de policía que de mafioso y a todos nos da igual. Tengo entendido que el primer día de rodaje no había ni diez páginas de guión cerradas y que hasta su director la deplora. Normal. Fue fagocitada por la maquinaria de Hollywood. Lo divertido del asunto es que el 80% de la película, es decir, la parte que no es acción ni comedia, trata sobre eso. Por un lado, Renee Russo representa la maquinaria de Hollywood destruyendo toda la realidad del cuerpo de policía, edulcorándola para mostrarla en los medios. Por otro, la película muestra una versión tan, tan, tan edulcorada de Hollywood, que produce repelús. Aparece un directivo encargando trece programas sin tener delante un proyecto tangible, entre dos partidas de pingpong en un set de oficinas imposible y con oneliners del tipo "sabes que no leo". Para mí, esta peli es el estereotipo metalingüístico por excelencia y merece una revisión por eso.

Paradójicamente, esa peli llegó un año después de que De Niro hiciera el mismo personaje en 15 minutos. Tan bienintencionada como la otra pero un fracaso similar. El hecho de que surgieran casi seguidas por la misma época de Adaptation me llamó la atención: Aquí se cuenta una historia muy parecida, pero el que abusa de los medios es el malo. Algún día, si tengo tiempo y estoy inspirado, voy a intentar hacer una peli que fusione a los buenos de Showtime con el malo de 15 minutos. Si hubiera ocurrido en guión, quién sabe, el resultado podría haber sido histórico.

Pero la referencia más importante para poder hacer este corto fue Gödel, Escher, Bach, de Douglas Hosftadter, que se acerca a la recursividad (referirse a sí mismo) desde todos los ángulos posibles: Desde el hecho de que la vida sea una consecuencia de una molécula de ADN capaz de contener toda la información necesaria para leerse, entenderse y duplicarse, hasta que un átomo pueda variar su trayectoria por un chocando consigo mismo.

Artísticamente, los tres nombres del título abundan por el libro. De Escher aparece un grabado en el corto y Bach sin duda habría puesto la banda sonora de ser necesaria. Pero aborda más campos, por ejemplo que un gran descubrimiento de la psicología es que la principal diferencia del ser humano respecto a los animales viene de la capacidad de pensar que estás pensando. Esa posibilidad de poder tratar de entenderte a ti mismo es seguramente lo que hace de nosotros seres inteligentes: Poder pararse a pensar "un momento, ¿por qué estoy cabreado? ¿Tengo razones para estarlo?"

Sin embargo, mi primera reacción tras leer el libro fue que ser capaz de generar pensamientos continuados sin información ajena podría derivar a un extremo asocial más parecido a la estupidez que a la inteligencia. Soy mucho menos metalingüístico que en esa época y bastante más sociable. Y seguramente se deba en parte a esa idea, de la que sin duda surge el corto. De hecho, una de las grandes ironías que le veo al Alejandro Pérez-personaje es que él, al contrario que yo, no podría encontrar amigos que le ayudaran a hacer ese corto. Ese Alejandro Pérez tampoco enseña a su familia, y dudo que pueda conocer el amor. No dejo de pensar que pienso demasiado, los que me conocéis, lo sabéis; pero no hasta el punto del protagonista, que alcanza por ello unas cotas de infelicidad de las que afortunadamente ando bastante alejado.

¿Entonces, META = MAL?

No, claro que no. El metalenguaje es un estupendo recurso por ejemplo a la hora de producir cercanía cuando sales de un rodaje y ves que detrás de él hay personas de verdad. Paradójicamente, esto ha alcanzado sus mayores cotas de éxito cuando no hay personas de verdad: Toy Story 2 con el videojuego, El jorobado de Notre Dame y Team America con marionetas... El mundo de la animación está llena de arranques metalingüísticos, de historias con personajes que cuentan historias, etc. Hay razones narrativas, pero también plásticas, en cuanto a calidad y espectacularidad de animación que hacen que funcionen por contraste.

El mal que le veo al metalenguaje lo digo en el propio corto: El problema es cuando no hay más.

El hecho de que Un cortometraje de Alejandro Pérez se lleve el premio del público dice mucho de los espectadores de cortometrajes, y quizá no demasiado bueno. Casi todo el palmarés de este año parece diseñado por espectadores con doctorado. Así, Maquetas requiere bastantes conocimientos estéticos de dos fuentes contrastadísimas, los documentales sentimentaloides y Godzilla. El Extraño es sin duda una reflexión que queda lejos de un espectador corriente. Lethal Love es una parodia de un género completo. Como Jack Peligro. Trooper va de un actor de Star Wars, señores. Diógenes 2.0 va de un coleccionista de pelis y series. En Mensaje, un hombre se graba a sí mismo para crear un recuerdo. En David, mi amigo... aparecen claquetas, sin que haga ninguna falta.

Otros amigos míos han participado con cortos que desgraciadamente no han llegado a la final mereciéndolo, pero merece la pena ver cómo utilizan también cámaras o referencias a Hollywood, cultura popular de tele o el metalenguaje directo con distinto grado de importancia dentro de la historia. Y cuidado, cada uno de estos cuatro cortos me parece no sólo aceptable, sino ingenioso y oportuno. Todo exterior me parecía ganador. No, mi problema es cuando me alejo y veo lo que los americanos llaman the big picture, el conjunto desde fuera, el... el gran plano general.

¿Entonces?

Este corto surgió en una época en la que yo era más optimista por mirar menos al mundo real. El desencanto que rezuma ha crecido en mí exponencialmente en los últimos meses, y no cuesta mucho encontrar en este blog los orígenes de mi preocupación.

Vivimos en una sociedad de servicios. Ya pregunté hace unos posts cuántos se dedican a un trabajo que no esté en este sector. Lo bonito sería pensar que nuestra sociedad ha alcanzado un status que le permite que muy pocos supervisores se encarguen de conseguir lo necesario:
Materia prima, comida, agua y energía.

Y mientras, el resto se dedica a cumplir su sueño:
El cine, la publicidad, el diseño gráfico, la música, la filología, la historia...
Y todo eso que puede ser un hobby y una profesión a la vez.

Pero no es así. Los trabajos chungos los sigue teniendo que hacer gente. Mejor que sean otros, pero si ocurre un cataclismo, los ilegales que recogen naranjas en Valencia sobrevivirán mejor que nosotros, qué duda cabe.

Pero ese cataclismo no es el problema al que me quiero dirigir últimamente (eso ya lo hice y seguramente volveré) , sino a la situación de los artistas. Nunca antes había habido tantos artistas, y nunca antes habían tenido tantos artistas la inquietud de ser artistas más que la de hacer algo.

Insisto: El problema es cuando no hay más. Si vemos la trayectoria de los cortometrajistas que he ido mencionando arriba, casi todos han demostrado agilidad fuera de los metagéneros tan bien como dentro. De hecho, yo soy seguramente el que menos. Supongo que crear es tanto entrar a conocer tus entrañas como salir de tu cuerpo.

Porque cuando uno procura hacer una introspección y buscar inquietudes universales, parece cada vez menos capaz de escapar de un cine que tiene hasta la médula, que es inseparable de él mismo. Pero no lo es. Truffaut, el cinéfilo más friki que ha habido en la Historia de la Humanidad, hizo La noche americana, pero también fue capaz de sacarse de la manga Los 400 golpes, que es mucho más cercana a cualquier mortal que una historia de cineastas. Y sin embargo, todos los cinéfilos le venerarán más y por más tiempo por su metapeli.

Hay gente afortunada (extraña) para la que cuidar cabras igual es un hobby y podrían pasarse haciéndolo el resto de sus vidas. Pero los demás nos tenemos que joder y analizar muy en serio nuestra vocación, porque, pese a lo que sintamos, lo que creamos o lo que deseemos, sobramos.