27 de junio de 2011

Mi crisis

He tardado dos años en formarme una opinión sobre la crisis. No sé si es nueva, no sé si es buena. Pero sé que aquí no se suele hablar de ella. En este problema y en todos señalamos culpables con demasiada facilidad. He probado a autoimponerme algo de sentido común. No sé si lo he conseguido. Presento aquí mis conclusiones: una visión del problema y 10 soluciones recopiladas. Al final me ha salido el post más largo de la historia de este blog. Si no te apetece leer lo comprenderé perfectamente, pero quédate con este pensamiento que lleva meses sin dejarme tranquilo, tengo un amigo con dos vacas.

Cuando hablamos de los mercados, lo primero que nos viene a la cabeza es un pequeño grupo de señores muy ricos que mueven dinero de un sitio a otro sin parar, porque al moverlo arrastran más dinero y tienen ganancias.

Sin embargo, en la crisis financiera, hace tres años más o menos, se hizo popular la idea de que esos paquetes con nombres bonitos en realidad eran la hipoteca de un negro en paro de Alabama. Le daban una hipoteca por más de lo que valía su casa, él aceptaba encantado y durante los primeros meses, podía vivir como un rey sin trabajar, y le sobraba dinero para ir pagando las primeras mensualidades, hasta que se descubrió el pastel, no consiguió trabajo y pasó lo que pasó.

Esto nos enseña que el mundo está lleno de cabrones, por un lado. Y por otro, que los cimientos de esos cuatro (peces) gordos que mueven dinero por el mundo están en el ciudadano de a pie. Si nosotros lo impidiéramos, ellos no moverían tanto dinero, y probablemente muchos de sus movimientos buscan la continuidad, es decir, afianzar ese modo de hacer dinero para que puedan seguir haciéndolo.

Creo que hasta aquí más o menos todos estamos de acuerdo.

O. El problema.
Lo primero que veo es una crisis de responsabilidad. Los financieros dijeron "oye, que la culpa es del parado de Alabama." Los que no pagan la hipoteca echan la culpa a los que se la ofrecieron. Los que no tienen nada que ver con esto echan la culpa a la caja de pueblo que invirtió en esos paquetes con nombres bonitos. Las cajas de pueblo echan la culpa a las agencias de rating, y las agencias de rating cargan con la culpa suspendiendo a todos los demás a través de sus criterios misteriosos. Y, por el camino, todos echan la culpa a los políticos y a las agencias de rating.

Probablemente todos tengan razón. Y "todos" significa "todos". El síntoma claro de la crisis de responsabilidad es que aquí nadie asume nada.

Vivimos en un mundo que ha evolucionado hacia la reducción de responsabilidades. En Oriente, los directores de empresas con pérdidas llegan a suicidarse. Aquí, se crean comités en todas partes para que nadie tenga que responder ante nada. O sociedades anónimas. ¡Anónimas!

Hace poco un amigo ponía una metáfora muy sencilla. En un programa del corazón, los becarios se limitan a hacer su trabajo, los empleados ordinarios siguen órdenes de los jefes, los jefes siguen órdenes de los jefes de arriba. Todos son conscientes de que lo que producen es mierda, pero todos hacen su trabajo. Los jefes de la cadena no crean la mierda, ni siquiera la ven. Ganan dinero con ella, luego miran hacia abajo y exclaman "¡y ninguno se queja!".

Podemos decir que el parado de Alabama estaba engañado, que las condiciones económicas eran aparentemente favorables y todo lo que queramos, pero él también tenía una parte de culpa. Le ofrecieron dinero y no quiso enterarse de dónde venía, sólo disfrutar de él. Eso no hace menos hijo de puta al intermediario que se lo ofreció, ni al que intentó beneficiarse de aquello, ni al que compró acciones de cualquier cosa. Ninguno quiso ver el panorama completo porque el esfuerzo no le resultaba conveniente.

¿Qué es comprar acciones, después de todo? Aprovechar que tienes dinero para que otros hagan el trabajo por ti y enterarte lo menos posible de qué es ese trabajo. Evitar ensuciarte las manos. Que lo hagan otros, mejor.

Y aquí volvemos a mi amigo con dos vacas. Para ordeñar, por bien que lo hagas, necesitas ensuciarte las manos.

No me lo quito de la cabeza: de TODO mi círculo de conocidos, es la única persona que se ensucia las manos para producir algo tangible. Incluida mi familia. Incluido yo.

Claro, este amigo es de pueblo. En la zonas rurales la mentalidad es algo distinta. Existe una relación directa entre producir y ganar dinero. La escala de valores en los pueblos es totalmente distinta a la ciudad. Los que tienen estudios se van a la gran ciudad, de toda la vida.

En la ciudad se concentran las empresas y, por tanto, el dinero. Todas las ciudades aspiran a ser Nueva York, capital del mundo. A tener sus inmensos rascacielos de oficinas.

Me parece imprescindible hacerse esta pregunta: ¿Qué se hace en estas oficinas?

De todo: Abogados, gestores, diseño, marketing, préstamos, importación, logística y distribución, en definitiva, todos los bienes y servicios que nos podamos imaginar.

Excepto por una cosa: no he mencionado bienes. Sólo servicios. Y seguramente te haya pasado desapercibido. La importación, por ejemplo, no crea ningún bien, sólo trae ese bien de fuera. Eso es un servicio. Todas esas empresas no producen nada tangible. En otras palabras, no generan riqueza, sólo mueven dinero.

Existen otras. Las que generan algo tangible son las de los sectores primario y secundario, agricultura e industria. Eso no significa que se cree comida en una oficina de capital de provincia. Ahí se gestiona la comida que se crea fuera. O los muebles, o la ropa.

Que quede claro que valoro el trabajo de lo intangible. Soy hijo, sobrino y nieto de profesores, les he visto sudar, preocuparse y pasar noches sin dormir porque les importan las personas. Lo mismo puede decirse de tantos puestos de trabajo que dan sentido a nuestra sociedad. Una sociedad puede malvivir sin médicos o bomberos. Pero sin ganaderos y labradores, no.

Desde este punto de vista, mi amigo con dos vacas no pertenece a la élite económica. Pero sí a la élite productiva. En caso de holocausto zombi, por ejemplo, es el único que sé seguro que no se va a morir de hambre. Él producirá su propia comida, como los que tienen un huerto. Los demás estarán indefensos y sólo podrán buscar comida en supermercados abandonados.

Me interesa mucho este aspecto ciudadano. Ya usamos la palabra "ciudadano" para referirnos a todos, incluso a los que no son de ciudad.

Tengo la sensación de que a los ciudadanos se nos ha olvidado que para que un rascacielos de oficinas tenga sentido, hacen falta muchas hectáreas de terreno que produzcan minerales, madera, energía o alimentos.

De algún modo, asemejarnos con la imagen que tenemos de Nueva York nos hace pensar que todo eso no hace falta. Que todo está en la tienda. Nos quedamos con la parte bonita y nos olvidamos de los que se manchan las manos y se rompen la espalda.

En la ciudad tenemos estudios, somos los guays. Somos los que no necesitan romperse la espalda para ganarnse el sustento. En otras palabras, en la ciudad somos la clase alta.

Voy a decir una cosa que me parece innegable: Un puesto de becario de mierda en una oficina de Madrid es un trabajo mejor que el de pescador. O pastor. O minero.

Eso no quiere decir que todos lo prefieran. Pero es así. Un becario puede en teoría llegar a director general en 30 años. Un minero puede aspirar a sobrevivir hasta la jubilación sin cáncer de pulmón. Hay casos de limpiabotas que acaban llevando el hotel. No tantos de mineros que acaban siendo jefes de empresa.

Tampoco quiere decir que la estructura de los becarios no sea flagrantemente indigna y se hayan convertido en despojos de usar y tirar. Parte de su salario se lo cobran en falsa esperanza. Lo que quiero decir, que quede claro, es que ser becario es una mierda, pero una mierda de un nivel superior. Y al menos está en el ámbito profesional que le interesa.

En definitiva, tenemos dos tipos de trabajos: Los que son compatibles con un par de horas de gimnasio a la semana y aquellos que son su propio gimnasio. La gente prefiere los primeros.

¿Y qué se hace con los otros? Dejarlos fuera. Como si no existiesen. Como si no hicieran falta. Nos engañamos a nosotros mismos. Uno de los casos más descarados de lo que quiero decir es éste:



¿Os imagináis que el trabajo de este tío fuera cortar leña en un aserradero?

No, ¿verdad?

Para un publicista tiene sentido, un empresario es más apropiado para muchos anuncios que un trabajador de clase baja. Tiene más dinero, es más fácil que compre cosas y es algo a lo que, en teoría, todos aspiramos. El 99% de los anuncios que muestran el acto de trabajar tiene oficinas y aparece una breve discusión, generalmente sin sonido, de cómo "suben las ventas", con gráficos genéricos.

Este anuncio futurista está hecho sin tener en cuenta que existan aserraderos. Es para gente que no quiere ni oír hablar del tema. Probablemente a una buena parte de los leñadores del mundo un anuncio así le parezca una mariconada ofensiva. Incluso a los leñadores homosexuales. Y sin embargo, para crear un producto así en el futuro, o lo que más se le parece en el presente, hacen falta manos sucias y empleos insoportables.

Apple indica en su iPhone:

"Diseñado en California. Ensamblado en China."

En sus bellos anuncios lo único que aparece de la fabricación es, o bien un gráfico abstracto, o bien un mecanismo totalmente automatizado. No hacen una sola mención al medio millón de personas que trabajan 70 horas a la semana en Foxconn, con trabajos sistemáticos que se parecen más de lo que nos gustaría a Chaplin en Tiempos modernos. Es la empresa con mayor índice de suicidios del mundo.

¿Y aquí?

En nuestro país gobierna el PSOE, que tiene una O por tradición. No es un problema español, es un problema de occidente entero. Ya no tenemos obreros. O queremos pensar que no los tenemos. Creo que esto es una sensación que tienen en común todos aquellos que han nacido en una ciudad, y que en ese sentido, París, Madrid y Nueva York se parecen más entre sí que cada una a sus zonas rurales cercanas. Pero esas zonas son necesarias. Detecto una actitud para trabajar mucho más desarrollada entre aquellos que vienen del pueblo a la ciudad que entre aquellos que ya nacieron en la ciudad.

Eso no quiere decir que los ciudadanos, en el sentido estricto de la palabra, no tengan interés por trabajar. Estamos en una época de desesperación creciente y terrible. De empleos de mierda que la gente asume porque la alternativa es un precipicio sin fondo a la vista. Nos estamos dejando la vida en trabajos de mierda, y tenemos una porquería de poder adquisitivo.

Pero ese poder adquisitivo es ahora, y ha sido antes de la crisis, un espejismo.

Me explico:

Hace pocos años, cuando los mileuristas eran los pobres del barrio, hubo manifestaciones que recordamos poco. El objetivo, las 35 horas. Qué tiempos, cuando trabajar 40 horas semanales era el problema. Fue una moda en toda Europa.

Esa manifestación me pareció estupenda en su momento. Ahora no tanto, cuando me planteo que todos los asistentes, incluidos los convocantes, llevaban teléfono móvil. No necesariamente el de Apple, pero a efectos prácticos eso da igual.

En aquella época se fabricaban como los de hoy, en China, con casi total seguridad. No lo sé seguro, ni lo sabían los que entonces tenían un móvil. La diferencia es que entonces nos daba igual. No nos importaba que en el tercer mundo, léase China, Brasil o Taiwán trabajaran como esclavos. La coyuntura local hacía factible trabajar 35 horas.

Si yo monto una empresa de importación de tazas de Taiwán, puedo venderlas aquí a un precio de risa. Todos ganan: yo, mis empleados, los transportistas y el consumidor. Los que sí que van a joderse son los fabricantes de tazas españoles, que en términos proporcionales conforman un irrisorio colectivo. Merece la pena.

Sin embargo, durante las últimas décadas, lo hemos ido haciendo con TODO lo que se fabrica. Muebles, ropa, juguetes, decoración, tecnología... cualquier cosa que he comprado en los últimos 10 años fue fabricada fuera no ya de España, sino del primer mundo.

Y poco a poco, todos los fabricantes de occidente se han ido a tomar por culo. Sospecho, y hablo por pura intuición, que la crisis financiera fue sólo un efecto colidante de este efecto de flujo creciente de dinero del primer mundo al tercero. Se compraba tanto, tan barato, se movía tanto dinero, que se iniciaban muchas más inversiones para seguir haciéndolo y se prestaba mucho más. Creo que ambas crisis se alimentaron mutuamente, pero hoy en día sólo se habla de la otra.

Y aquí es donde entramos nosotros. Como indignado, me siento sucio. Me siento indigno. Cada vez que compro algo en los chinos sé que estoy fomentando trabajos indignos. Y creo que esto lo estamos haciendo todos.

Todos nos quejamos del precio de la vivienda, o de lo que ha subido el café en los bares con el euro. Pero nadie se queja del precio de Ikea, o de un ordenador, o de, en defintiva, cualquier cosa que no se fabrica aquí.

Vuelvo al principio: con el mercado hablamos de esos (peces) gordos que mueven el dinero, pero nosotros somos la base que lo permite. La izquierda se pregunta "¿qué es eso que llaman mercado?" El mercado somos nosotros. Por triste que sea.

No hemos abolido la esclavitud. Nuestro negro de Alabama es un hombre libre, sí, pero eso no tiene nada que ver con su raza, sino con el sitio en que nació. Y nosotros somos ahora tan libres como él de creernos el cuento del duro a cuatro pesetas.

Vemos aspiradoras de 500 euros y al lado, a 200 y no preguntamos. Cogemos la de 200 euros y que le den por culo al que la ha hecho. No es nuestro problema. Como si ha trabajado 100 horas seguidas.


Los derechos de los trabajadores nos importan sólo cuando somos trabajadores. Pero cuando salen del trabajo, los trabajadores se convierten en consumidores. Y los consumidores somos unos hijos de la gran puta. Unos hipócritas. Unos bastardos vagos y egoístas que hemos permitido que esto pase a golpe de cambiar de móvil cada año o de ahorrarnos cuatro duros en un mueble porque traerlo de Sudamérica es más barato que fabricarlo aquí.


Éste es mi diagnóstico de lo que está pasando. Y entonces llega la otra mitad de la cuestión, ¿qué se puede hacer?

Creo que no hay ninguna solución realista, o una solución completa. Pero eso no impide que se planteen muchas.

1. Primera solución: cambiar la mentalidad de todo el mundo.
Es una reacción-respuesta muy simple, no comprar la aspiradora de 200€ nunca más. O en otras palabras, no comprar nada fabricado en condiciones laborales que tú no estés dispuesto a asumir. Ser consecuente de verdad con tus ideales de un estado de bienestar. Creo que hoy en occidente no lo es nadie. Como el parado de Alabama, también votamos en el súper. Cada vez que compramos algo defendemos un proceso de fabricación. Arreglar así el problema sería como aquella campaña de "Esto lo arreglamos entre todos", pero en una dirección concreta, no como aquello, que no se paró a pensar en ningún momento en un modelo productivo.

Pero claro, a ver quién es el guapo que se pone. Cuando no tienes tres hijos, es muy fácil planteártelo. Y obliga a tener fe en los demás; quién me dice a mí que los constructores alemanes de aspiradoras no van a gastarse el salario que les pago en una nevera taiwanesa. O peor aún, quién me dice a mí que una aspiradora cara no es más que una aspiradora barata en la que el dueño de la marca se está enriqueciendo mucho más.

Para eso habría que obligar a etiquetar, evaluar y auditar a los fabricantes. Crear sellos de calidades y garantías "esto se ha fabricado defendiendo todos los derechos y tal y cual". Hacerlo en Europa sería más o menos factible. De hecho, se hace en muchos casos. Pero hacerlo con el tercer mundo es directamente imposible. Y ni ellos quieren.

2. Por lo tanto, la siguiente solución es... ¡aranceles!
Que el estado cobre más impuestos por todo lo que entra. Como ya no fabricamos casi nada, nos jodería a todos. Sería una medida extremadamente impopular, aunque nos beneficiara a largo plazo. Estamos en la Unión Europea... Hace muy poco tiempo, con la crisis del pepino, pudimos comprobar qué pasa cuando se cierran las fronteras a un producto de manera unilateral y todas las repercusiones que tiene. Supondría salir de Europa, que va de eso, de abrirnos las puertas entre todos. Pero si todas las puertas están abiertas, ¿qué pasa si importa Italia y allí ensamblan las piezas? ¡El producto sería italiano, no taiwanés!

Y además, estaríamos sujetos a que otros hicieran lo mismo y exportaríamos menos. Lo poco que exportamos ahora, de agricultura, es casi casi el esqueleto de nuestra economía.

Y una última cosa en contra de la viabilidad de los aranceles es que, incluso si los políticos quisieran y los votantes les dejaran, no podrían. China se ha convertido uno de los mayores compradores de deuda de occidente. Nos tienen cogidos por los huevos y nunca vais a oír a un cargo público decir nada contra ellos.

3. ¿Puede solucionarlo la religión?
Todas las religiones de hoy tienen limitaciones que parecen arbitrarias, aunque en su momento tuvieran sentido. Como comer un tipo de carne concreto, porque los otros tenían parásitos. Decidir eso a tiempo en una religión puede salvar la vida a mucha gente. ¿Cómo se podría crear algo así en el siglo XXI? Pues en el siglo XX se crearon dos ideologías, dos estados pseudorreligiosos que fomentaron la productividad a niveles extraordinarios. Se llamaron nazismo y comunismo. Ale, creo que poco más hay que decir para que odiemos todos esta idea.

(Espero que nadie tome este post como un alegato racista o fascistoide que pretenda promover un régimen autoritario. Si te consideras de estas creencias y piensas que tengo razón, ten claro que te odio, a ti y a todo lo que representas. Que eres un problema más que una solución. Que las razas dan igual. Y que si quieres comparar culturas, esta crisis ha demostrado que somos inferiores. Pero ni siquiera eso ha tenido que ver con una cuestión cultural o racial, sino que seguramente ha sido una consecuencia del acomodamiento paulatino.)


Con todo, conviene reseñar que Hitler y Stalin fueron los últimos dirigentes occidentales que basaron la economía puramente en la productividad real. Y por cierto, con esclavos.

4. La solución de los políticos: la educación, muy lejos afortunadamente de las soluciones de los viejos dictadores genocidas.

Mi madre últimamente está comparando los títulos universitarios con los hidalgos del Siglo de Oro. Viene a decir que el oro llegaba a espuertas, se creó una nobleza rica que se lo fue gastando fuera, como comprando ropajes en Flandes en lugar de aprender a tejer aquí. Dos siglos después, lo que había eran hijosdalgo sin un puto duro, pero herederos de costumbres de familias ricas, cuyo título nobiliario les impedía rebajarse a trabajos incómodos. Y ahí nació la expresión "a mí no se me caen los anillos", tan apropiada en la actualidad.

Me hace mucha gracia que se promueva la educación. La economía del tercer mundo que nos está comiendo se basa precisamente en la no-educación. Los millones de desgraciados que tienen trabajos insufribles no necesitan aprender nada. Han conseguido basar su economía en el trabajo de los animales de carga. Hablo de personas que pasan 10 tortuosas horas seguidas cosiendo etiquetas o metiendo manuales de instrucciones en sobres. Eso existe. No lo hacen máquinas.

Este esquema de trabajo ha permitido que les entre suficiente dinero como para desarrollar la educación. Pero desde abajo. En China no habría supervisores de maquinaria si no hubiera trabajadores de maquinaria. Y no habría ingenieros si no hubiera supervisores de maquinaria.

Lo que han sabido hacer es asumir poco a poco todos los trabajos que no nos gustaban. Por eso, para ellos la transición a superpotencia va a ser mucho más cómoda que para nosotros salir del agujero. Ellos están extendiéndose poco a poco a los trabajos que sí nos gustan. Ya empieza a haber peluquerías chinas en España a precios ridículos, por poner un ejemplo cercano.

La otra posibilidad que ofrece educación como solución a la crisis es montar empresas con iniciativas rentables. La única manera de que a largo plazo nuestra importadora de tazas de Taiwán no fastidie la economía española es si exporto más tazas al resto de Europa. Entonces, la economía española podría salir a flote, podría nutrirse de destruir el trabajo de los fabricantes de tazas europeos y así compensar la pérdida de trabajo de los fabricantes de tazas españoles.

Tengo la sensación, no sé si infundada, de que la única razón por la que países como Alemania y Francia siguen siendo potencias en estos momentos es por tomar esa misma actitud con productos como lavadoras y coches. Gran parte de la economía occidental consiste empresas importadoras-exportadoras. Traen algo, lo maquean y lo empaquetan y lo venden. No tengo manera de saberlo. Pero sí estoy seguro de que la otra solución de arriba, que se traduce en comprar sólo cosas hechas en occidente, ya es imposible porque hemos llegado a un punto en el que en muchos productos no tenemos alternativas. Incluso de los que podríamos considerar necesarios.

Cuando Japón sufrió el desastre en Fukushima, salió en las noticias cuánto afectaba a la economía española. Literalmente, había gente por la tele diciendo que lo único que España exportaba a un país como aquél es lujo. Algo va muy mal cuando sólo podemos exportar lujo. Y ni que decir tiene que el turismo va en paralelo con esto. Si en varios países se resiente levemente la economía, dependemos tanto de sus vacaciones que nosotros nos vamos a pique. Y si nos fijamos, sigue siendo un lujo comprar lavadoras alemanas o ir a un sastre español.

De ahí que la siguiente solución sólo pueda ser una.

5. La solución de la patronal y la derecha en general:
"Oye, si quieres que aquí haya tanto trabajo como en China, las condiciones para trabajar deberían ser más parecidas a las de China, es decir, una mierda."

No lo dicen así. Lo dicen con números, desde su pequeña isla económica. Su punto de vista sobre el mundo me parece realista, pero, por supuesto, está limitado a eso, los dineros. La cantidad de dólares es realista. El sufrimiento que provocan, no. No lo ha sido al generarse la crisis y no va a serlo ahora.

Me duele ver a mi alrededor que la única manera de tirar para adelante en una situación como la actual es tratar de ser competitivo respecto al vecino de al lado. Lo siento como una manera de no afrontar la realidad. Fue la patronal la primera que se llevó los trabajos fuera, no lo olvidemos. Pero tampoco olvidemos que era para satisfacer nuestra sed de precios bajos.

Corregidme si me equivoco (en esto y en o en todo lo demás): Como bilbaino, creo que la primera industria que desapareció por conveniencia de precios bajos fue... la de los astilleros. Ya no fabricamos barcos. ¿Por qué? Tal vez porque lo primero que se pudo transportar del tercer mundo (o del cuarto, entonces) fueron precisamente los buques de transporte. Ahora nuestros puertos casi sólo se dedican a traer cosas.

6. La contrasolución de la izquierda.
El gobierno no ha hecho nada que pueda considerarse de izquierdas. Todos los recortes eran de derechas, aunque, supongo, lo menos de derechas que han podido. El 15m dejó clara la postura de la izquierda: mejorar nuestra democracia. No era lo único que se buscaba en Sol, pero era lo más importante, sin duda. Se dijo mucho que no importaba la afiliación política, pero está claro que los indignados que salieron a protestar eran más izquierdistas a la deriva que otra cosa.

Y sin embargo, aunque esté de acuerdo con casi todo lo que oí de DemocraciaRealYa por la acampada de Sol, me atrevo a sugerir que no es TAN útil. Quiero decir, si tengo un mínimo de razón en todo lo que trato de explicar, pongamos que mañana nuestra democracia fuera perfecta, si nuestra corrupción fuese cero, si todos nuestros políticos fueran honestos... la crisis no cambiaría un ápice. No crearía trabajos dignos, ni viviendas dignas, ni nada de eso. Hay gente en otros países que se pasa la dignidad por el forro de los cojones porque lo que buscan es "trabajo" a secas y "vivienda" a secas. Comer, que se llama.

Es posible que haya herramientas económicas para controlar los abusos, y sería hasta probable que los culpables fueran a la cárcel. Pero ahí se acaba la cosa. Seguiremos sin producir lo que consumimos y gastándonos el dinero que no tenemos.

En ese sentido, creo por primera y seguramente última vez en mi vida, que la derecha adopta una actitud algo más consecuente ante el problema social. Ellos notan, mirando números, un desequilibrio ante el que los "ciudadanos" hemos hecho la vista gorda.

El estado de bienestar es posiblemente el mayor logro de la humanidad. Pero nunca ha sido completo, y cabe preguntarse si puede serlo alguna vez. ¿Lo que hemos hecho es crear una clase media o exportar las clases bajas?

Veo el mundo desequilibrado. Para que se compense, el tercer mundo tiene que subir y el primer mundo tiene que bajar. Nosotros estamos arriba en la pirámide. Un parado aquí vive mejor que un trabajador en Nigeria. Y aquí es donde la izquierda se pone a prueba de verdad. La derecha es individualista por naturaleza. La izquierda es solidaria, ¿pero hasta qué punto puede serlo en un mundo globalizado? ¿Sirve de algo una izquierda local? ¿Sirve de algo un sindicato en un país?

Claro, esto entra en conflicto con todo, hasta con nuestra propia conciencia, y esta reflexión la tiene la izquierda tanto como la derecha:
-¿Quieres que todos los niños de Somalia tengan para comer?
-Por supuesto.
-¿Quieres que tengan hospitales?
-Sí, dónde hay que firmar.
-¿Quieres que sus padres tengan coches?
-Hmm... ¿eso subiría el precio de MI gasolina? ¿No podrían tener un camión para todo el pueblo o algo así?

7. El tiempo. La solución de no hacer nada.
¿Y si esta crisis es algo bueno?

En muchas regiones de China, por primera vez en la Historia no están pasando hambre. Están empezando a tener pequeños lujos como comer tres veces al día, una tele en cada comunidad de vecinos o vivir sin cortes de luz por la noche. Todo, a costa de nuestra crisis.

En otras palabras, lo que plantea la solución genuinamente de izquierdas está ocurriendo ya. Muy despacio, pero está ocurriendo. Lo malo es cómo. Con su explotación esclavista para nuestro beneficio temporal.

Según un amigo que vive allí, las ciudades son muy distintas a lo que tenemos en occidente. Hay muchas ciudades industriales en las que casi todos se dedican a trabajar en fábricas. No hace falta que los 1.200 millones de personas se dediquen a fabricar. Con unos pocos, basta. Lo normal es que salgan del pueblo, se metan en una fábrica durante cinco años a hacer una serie de trabajos que si estás más tiempo te vuelves loco y se vuelvan su pueblo con dinero suficiente para comprar tierras o montar un negocio. Es una mentalidad de pueblo aplicada a un trabajo de ciudad, lo que aquí no tenemos (ni queremos tener). Curiosamente, este amigo me comentó también que los adultos que nacieron en la ciudad tienden a ser mucho más vagos y a elegir trabajos de no mancharse las manos, y no trabajar. Es una consecuencia, muy probablemente, de la mentalidad que tuvimos aquí con nuestros padres que se rompieron la espalda para darnos todo lo que no tuvieron ellos. Una mentalidad paternal respetabilísima, pero de terribles consecuencias en un alto porcentaje de hijos, me temo.

La mayor pega que le encuentro a esta no-solución es precisamente que no detiene esta forma tan rara de esclavitud moderna y casi voluntaria. De nada sirve que Nike no use niños para tejer zapatillas en su fábrica si lo que hace es coger a gente que ha trabajado desde niña. Claro, un chaval de 18 años que lleva con la azada desde los 14 es mucho más apto para ponerse trabajar en cosas incómodas que un chaval de 22 años que está terminando empresariales.

Es lógico que el país más poblado del mundo se acabe convirtiendo en la primera potencia mundial. Seguro que ya lo es, pero no nos lo dicen. Y creo, CREO, que es cuestión de tiempo que surjan sindicatos, probablemente la democracia de verdad, o tan de verdad como la nuestra, y que empiecen a exigir derechos. Pero tampoco estoy muy seguro. La democracia no es económicamente tan viable como lo que tienen ahora. Quizá, como mandan los prejuicios, la democracia China salga como un producto suyo: Cutre y de obsolescencia planificada.

Pero de todos modos ya está pasando. Nosotros cobramos menos. Todos intentan fabricar más barato para vender más que la competencia, y por tanto recortar salarios. Eso hará que nuestra sociedad se sostenga, pero podamos importar menos cosas. Es decir, las casas volverán a ser asequibles, pero las lavadoras, no.

8. Cobrar a China por las cosas intangibles.
Lo veo muy difícil. Esto es lo que pasa con las marcas en China:


Roger Vicente, el autor de la foto, nos recomienda que nos fijemos también en la plantilla, pone BNA.

Los lectores habituales saben que estoy embarcado en un proyecto que pretende revisar con calma todo el debate de los derechos de autor desde sus fundamentos. Los datos que he ido recopilando de China me parecen extremadamente interesantes. De todo lo que hacemos en el primer mundo, poco llega a China, económicamente hablando. Las autoridades chinas permiten estrenar 20 películas extranjeras al año en los cines. Avatar recaudó un total muy parecido en toda China y en toda España durante los primeros meses, hasta que la quitaron de las salas 2d por decisión unilateral del gobierno. Sin embargo, el chino medio tiene acceso a cualquier película que veamos aquí en el top manta. Allí, las tiendas son el top manta. Las industrias culturales en occidente se echan las manos a la cabeza cuando se descarga la nueva película de Harry Potter al día siguiente de que se estrene en cines. Allí... se han editado novelas apócrifas de Harry Potter durante años. Para ellos, el debate sobre derechos de autor que tenemos nosotros directamente no existe.

Eso no quiere decir que no se cobre nada. Existen muchas patentes que se usan a gran escala y los dueños internacionales las cobran. Pero es interesante cómo todo va en función de pagar lo mínimo hacia fuera, tanto por presión oficial como extraoficial. Por ejemplo, el gobierno chino intentó convencer a Apple para que fabricara un iPhone que no utilizase redes de comunicaciones creadas y patentadas por Nokia y un conglomerado occidental, sino uno muy parecido por el que no tendrían que pagar dinero cada vez que se usa. Del mismo modo, en los productos físicos, existe tal cantidad de fábricas no oficiales que es muy difícil hacer un seguimiento de teléfonos sospechosamente parecidos al iPhone o a Blackberry.

Si no nos ponemos de acuerdo aquí sobre cómo tienen que hacerse estas cosas... imaginad allí.

9.La solución del petróleo
Todo está relacionado con todo y he pasado por alto un factor clave hasta ahora: La ecología. Una de las cosas más cómodas de vivir en un primer mundo con poca industria es que la polución se queda fuera. En China el problema es muy grave. Grave del tipo no salir a la calle sin mascarillas en ciudades enteras, del tipo reducir la industria en los juegos olímpicos para que los atletas pudieran correr.

Y más allá de eso, estamos hablando de un consumo de recursos limitados que no se reciclan. Es curioso cómo existe una conciencia general de que el petroleo es un bien limitado, de que somos adictos, mientras que la adicción a la comodidad que padecemos en el primer mundo se nos pasa por alto. Algo se comenta en Estados Unidos, y absolutamente nada en Europa. Pero lanzo al aire la posibilidad de que un problema con lo primero acabe siendo una solución para lo segundo. Es evidente que el petróleo va a subir de precio. Salvo que descubramos que el centro de la tierra es petróleo puro, seguiremos gastándolo y quedará menos.

Ahora, supongamos que el petróleo cuesta diez veces más.
-Las cosas fabricadas con plástico serían mucho más caras.
Por lo tanto, tendrían que durar más, porque no vamos a pagar una burrada por algo que se estropea en tres meses.
-El plástico se dejaría para lo que necesita ser de plástico. No tiraríamos bolsas ni tazas ni botellas sin que nos doliera la cartera.
Por lo tanto, se reciclaría mucho más.
-Los transportes serían más caros.
Por lo tanto, se transportaría lo mínimo posible.
Por lo tanto, fabricar algo en el primer mundo sería más rentable en muchos casos que fabricarlo en el tercero e importarlo después.
Por lo tanto, unas patatas gallegas de primera calidad serían más rentables que unas patatas venezolanas traídas en un carguero de muchos miles de toneladas.
-Habría menos coches de gasolina y se usarían menos.
Por lo tanto, tendríamos menos independencia y movilidad.
Por lo tanto, aumentaría el uso de trenes y transporte público.
-Se invertiría en energías renovables porque sería más rentable.
Y de un modo u otro, se contaminaría mucho menos.

La única pega real que veo al alto precio del petróleo es que no podríamos coger el coche con el mismo descuido que tenemos ahora. Pero aunque nos joda, sabemos que es bueno para el planeta, y tiene que ocurrir antes o después.

Y por último...

10. La solución de mi amigo con dos vacas

Mandarlo todo a tomar por culo y marcharse a vivir al campo. Existe un componente romántico en esta actitud y me sorprende que se haga tan poco. En España hay pueblos enteros abandonados. No vive nadie allí. ¿Es que la vivienda en un pueblo no es digna? Claro que lo es. Lo que no es es... cómoda. Qué pereza mudarse a trabajar con las manos. Y si van varios, montar una jerarquía partiendo de cero.

Uf, qué horror. ¿No?