
Visto en los foros de escolar y 20 minutos.
Spiderpig Spiderpig
Does Whatever a Spiderpig Does
Can he swing from a web?
No he can't he's a pig.
Look out! He is Spiderpig.
Memoria artística |
|
Sobre este capítulo: Espero poder explicar en este último capítulo por qué sólo una persona puede ser causante de esta serie. |
Algunos posts de este blog me han costado mucho. También ha pasado lo mismo con guiones o trabajos de toda índole. Pero lo que más me ha costado redactar en mi vida son estas asépticas palabras:
BIOGRAFÍA DE ROBERTO PÉREZ
(Bilbao 1940-León 2006)
Socio de Honor de la Asociación de Profesores de Español, Roberto Pérez fue Catedrático de Filología Hispánica de la Universidad de Deusto, Bilbao, donde impartió su docencia en la Facultad de Filosofía y Letras y ejerció como decano entre 1996 y 2002.
Desarrollando una intensa actividad intelectual en distintos foros, trabajó en profundidad la obra de Unamuno (Edición y prólogo de "Teresa", Denes, 2000) y Jardiel Poncela ("Amor se escribe sin hache" y "¡Espérame en Siberia, vida mía!", Cátedra, 1990 y 1992).
Especialmente intensa fue su investigación de la obra de Bacarisse ("Mauricio Bacarisse: Poesía completa", Anthropos,1989). De este autor y su entorno, además de multitud de artículos de todo tipo, se encuentran colaboraciones de Roberto Pérez en diversos medios divulgativos, entre los que merece destacar la revista "Letras de Deusto", de la que fue director desde el año 1993 hasta 1996.
Fue para la solapa de una recopilación de poemas, una de sus dos obras póstumas.
Para quienes no han tenido la desgracia de perder a alguien muy cercano, intentaré explicar brevemente lo que yo sentí y siento. Vagan por nuestra cabeza millones de recuerdos sobre las personas que conocemos bien. Creo, intentando quizás banalmente racionalizar mis sentimientos, que cuando perdemos quien queremos cada uno de esos recuerdos nos va a asolar una vez. Luego seguirán ahí, pero la primera vez es la traumática. Al principio vienen cientos de golpe. Luego van dosificándose, dejándose caer por casualidad, cuando nuestro pensamiento conecta con ellos. Cada detalle puede cambiar tu estado de humor por sorpresa. Lo mismo acabas de reírte de un chiste cuando lo asocias a una situación familiar y el humor te cambia por completo. Si en lugar de recordar una situación, una mirada o una frase, lo que hace tu cerebro es recordar varias de golpe, retroalimentarse, como es inevitable que pase los primeros días, no hay manera de controlar tu tristeza. Y meses después sigue ocurriendo.
Contaré mis dos últimas veces, de esta misma semana: Una fue al oír chirriar una puerta y darme cuenta de que nunca había sido yo quien las engrasaba. Eso me llevó a un momento triste primero y a una ligera sonrisa después. Esa noche decidí empezar una novela de Jardiel, La tourné de Dios. Mi padre no había hecho la edición, pero lo tenía, cómo no, y me lo había traído a Madrid hace un año o dos. Y esa noche, en la cama, al abrirlo, encontré una docena de cuartillas anotadas por él. Y ahí me desplomé. Todavía no he sido capaz de leerlas.
Aprendí en el colegio las tres vidas que propone Jorge Manrique: La que acaba de terminar, la que acaba de empezar en algún otro lugar, y la que deja engendrada en la tierra en modo de "fama". Mi padre creía en las tres, yo nunca podré creerme la segunda. Por eso, quizá, valoro tanto la tercera, que puede significar tanto un apellido como una batalla ganada o una receta de cocina. La muerte de mi padre no ha hecho falta en absoluto para apreciarlo y quererlo, pero sí me ha servido para comprender hasta qué punto existe un legado. Mi padre, curiosamente, cometió el tópico de plantar un árbol, escribir un libro y tener un hijo. Qué es eso sino una expresión vulgar de lo que pretende Manrique. Los filólogos como él tienen una misión artística que no es ni escribir novelas ni poesía, es tratar de que no desaparezcan las que ya existen.
Supongo que me disculparán si barro para casa al explicar esto, que creo que hace falta. Los que nos movemos en lo audiovisual no debemos olvidar que estos grupos de gente que están intentando recuperar películas antiguas (y los que rescatarán el oro de internet en unos años) forman parte del Humanismo aunque nunca se lo hayan planteado. Mi padre hizo muchos equivalentes a los extras de los dvds, y no quiero que la comparación sea frívola. No hablo del extra publicitario en el que todos hablan bien de los demás. Hablo de los audiocomentarios que historiadores y cineastas colocan encima del Triunfo de la Voluntad. Los pequeños documentales promocionales que acompañan a los estrenos muestran que la cultura del conocimento alrededor de una obra está todavía en pañales, porque todavía no hace falta echar de menos a quienes conocen su historia. No, los extras de los dvds no son algo nuevo. Y considerando su superficialidad, parcialidad y falta de rigor, podría decirse que son un acercamiento leve e incompleto a lo que el análisis literario ha dado. Ya mejorará, como con Leni Riefenstahl.
Mi padre llenaba sus trabajos de biografías, trayectorias y notas, hasta el punto de que otras editoriales le plagiaron. Es un trabajo minucioso en el que hay que saber mil veces más de lo que se acaba contando. Los filólogos rescatan, investigan, profundizan y comparan. Y en mí ese legado es cada vez más evidente. No sé si acabaré haciendo lo propio algún día fuera de este blog, pero sí me he dado cuenta de que las Humanidades están muy estancadas en la literatura y que hace falta que se aprecie como es debido otros apartados. Ya va siendo hora de que Sabina entre en los libros de texto, por ejemplo, y mi padre lo sostuvo durante años. Ya digo, no sé si acabaré siguiendo la estela de mi padre, pero ahora sé que no me disgustaría. Él no me ha llegado a ver impartiendo clases, pero yo ahora que lo he vivido sé que tengo la enseñanza en las venas, sea mejor o peor profesor, me doy cuenta de no puedo desentenderme con facilidad de un linaje con padre, madre, tíos y abuelos profesores.
Ya hice mención en la primera parte de que era una rescritura de un post que había escrito en un foro años antes. Y es que el tema siempre me había inquietado. La muerte de mi padre me pilló por sorpresa un 17 de agosto por la mañana, precisamente, maldita casualidad, mientras veía El ladrón y el zapatero, cuando dudaba si meter una cuarta parte dedicada a divulgar la historia que había detrás de la película. El incendio del que hice mención en ese primer texto, ocurrido por el 2003, me llenó de temores, de posibles pérdidas súbitas, me hizo empezar a asumir a un nivel inconsciente que un susto o un golpe de fortuna podría cambiarte la vida, e incluso cambiar la vida de quienes no conoces.
He mencionado antes una obra póstuma. Hablaré ahora de la otra. En este caso, mi padre pertenecía al círculo de amigos de un escritor que había sufrido un infarto cerebral. Cercano a la muerte, tenía sin publicar innumerables poemas y ensayos. Se dividieron el trabajo. De los ensayos se encargó mi padre en una edición ya a punto de publicarse. Rebuscó entre sus archivos, consiguió hacerle una difícil entrevista (en los momentos en que podía hablar) y redactó un prólogo. Juntos hicieron la selección. Mi padre terminó las correcciones con la editorial pocos días antes de desaparecer súbitamente. Un pariente de este autor me dijo que el proyecto le había dado una razón para seguir viviendo seis meses más. Ahora es una edición doblemente póstuma. Pude encontrar la grabación de la entrevista en el momento de mi vida en que me era imposible mirar a mi propio pasado sin sentir pena. Y tras ese shock inicial, escuchando a mi padre tratar con mimo a un anciano en sus últimos momentos, me empecé a dar cuenta de que si ambos hombres no hubieran sido buenos, generosos y amigos durante sus vidas, hoy no existiría ese libro. No bastaba con haberlo escrito. Que crear es vivir y que vivir es crear. Y ahora lo tengo más claro que nunca, el árbol que plantas hace el papel de tu libro, y seguramente sea tu hijo quien lo imprima. Tu legado y el de todo aquél que aprecies acabará dependiedo de ti mismo.
Creo que todo puede resumirse en un hecho apasionante que descubrí cuando empecé esta trilogía de la memoria artística: Aprendí en el colegio las tres vidas que propone Manrique. No, no me las enseñó mi padre. Pero mi padre había sido el profesor del magnífico profesor que me las enseñó a mí.
Final feliz: Mami, te quiero.
Memoria artística |
|
Sobre este capítulo: Atizad un poco el fuego y poneos cómodos. La historia que vais a escuchar es posiblemente la más cruel y aterradora de cuantas os hayan contado. |
Todos lo sabemos: Disney sigue llevando la firma de Walt Disney, pero poco queda de real en ella, todo es actualmente la sombra de lo que Disney, el hombre, hacía con Disney, la compañía.
Cuando murió, ocurrió como cuando los dinosaurios se extinguieron. Los mamíferos, pequeños entonces, se pudieron liberar y evolucionar. Crecer, reproducirse y no ser engullidos por las fauces de reptiles de ocho metros. Algo similar ocurrió con los estudios de animación.
Richard Williams tenía uno de esos estudios de animación. ¿Pero le suena a alguien el nombre? En 1988 le sonaba a todo el mundo: Fue el director de animación de Quién engañó a Roger Rabbit. Ahí es nada. Durante las décadas anteriores había convertido su pequeño estudio en el nuevo punto de referencia de la animación mundial, a base de pequeños proyectos. Creó los títulos de crédito de La pantera rosa, miles de anuncios publicitarios, caros y baratos, rápidos o costosos. Innovaba a cada cosa que hacía. Hasta tal punto fue su importancia, que cuando Disney quiso hacer Roger Rabbit, necesitó que su director de animación viniera de fuera. Imaginaos lo que eso supone. Lo que supone para The Walt Disney Company.
Richard Williams era un friki. Ya en los 60 había intentado que la época dorada de la animación, los 40, no desapareciera. Aunque parezca una locura, ya en el año 55 los nuevos en Disney no tenían ni idea de cómo se habían hecho, por ejemplo, los tonos pastel de Fantasía. El conocimiento se estaba perdiendo, y si no se perdio del todo, fue en gran medida gracias a Williams. Una rutina suya fue visitar y conocer en la medida de lo posible a los animadores clásicos de entonces. Para su nuevo estudio contrató a una serie de genios y a muchos novatos (que a su vez se han ido convirtiendo en los nuevos genios). El estudio de Williams es el más premiado de la historia de la cinematografía mundial. En serio. Y Williams tiene el libro de animación más importante que jamás se haya escrito: The Animator's Survival Kit. Es la biblia de todos los animadores actuales.
Dentro de sus proyectos más importantes destaca Cuentos de navidad, el cortometraje ganador de un Oscar que puede que alguno conserve en un viejo vhs o Raggedy Ann & Andy, una historia de juguetes que cobran vida bastante anterior a las de Lasseter y Henson.
Pero el gran proyecto de Williams, que para él fue como el Quijote para Welles, no es ninguno de ellos. Iba mucho más allá. En los 60 empezó a trabajar en él. Quería convertirlo en la más ambiciosa película de la historia de la animación mundial. Quería hacer que comparada con ella, los dibujos de Disney parecieran coreanos. Y lo consiguió, pero no como a él le hubiera gustado.
El equipo de animadores de Williams, como todos, recibía trabajos de manera irregular. Y en esos tiempos muertos se dedicaba a la confección de su película. Como animador que es, por encima de cualquier otra cosa, partía de ahí para confeccionar el resto. Y tenía a los animadores trabajando en secuencias enteras siguiendo lo que él tenía en la cabeza, que sin duda era la perfección absoluta en la técnica, había mil modificaciones sobre la marcha, mil secuencias descartadas. Cualquier película actual se mataría por tener la calidad de uno de los descartes. La historia, inspirada en Las mil y una noches, era una aventura mitológica que contaba cómo el destino de un pueblo iba a depender de los dos personajes que le daban título: El ladrón y el zapatero.
Aquí, un pequeño fragmento de la niña de sus ojos:
¿A que he logrado captar vuestra atención? Insisto: Buscaba la perfección absoluta. Tras casi 25 años de trabajo había terminado unos 15 minutos de la película final. Y no unos 15 minutos sencillos.
Por ejemplo, los animadores saben bien que dibujar cuatro dedos es mucho más barato que dibujar cinco. Pues uno de sus personajes tiene seis dedos. Y cada uno tiene cuatro falanges en lugar de tres. Y en cada unión entre falanges tiene un anillo. Otro ejemplo: Lo habitual es dibujar cada 2 fotogramas, salvo casos excepcionales. Él dibujaba en cada fotograma, duplicando el trabajo y la necesidad de precisión absoluta. Otro más: La película era muy rica en movimientos de cámara. Y no sólo movimientos que se reduzcan a mover el fondo de una posición a otra. Oh, no. Él tenía que ir más lejos. Tenía que crear una cámara que sobrevolara el desierto entero y que acabara en el centro de la ciudad.
Así es Richard Williams. Y así regresamos a 1988, el año en el que se le aclama por haber conseguido hacer Roger Rabbit, y encima, por haberlo hecho especialmente bien. Acabarla ya suponía suficiente mérito, pero la cantidad y calidad de recursos de absoluta maestría que habían quedado patentes le supusieron una fama que desconocía. Y se le acercaron de las productoras. Warner Bros. le preguntó si quería trabajar para ellos. Él contestó que llevaba mucho tiempo trabajando en una película que mimaba. A Warner le gustó el proyecto y le dio dinero para acabarla. Fue pasando el tiempo y la película seguía haciéndose, esta vez con la productora a pleno rendimiento. Hasta aquí, todo fue bien. A partir de aquí... nada.
Algo cambió en Warner. Cambios en la directiva, cambios de intereses... el caso es que querían tener la película lo antes posible. A los ejecutivos empezó a no atraerles la osadía de sacar una película de animación sin canciones. Y se habían enterado de que Disney estaba desarrollando otra película inspirada en ese mismo tema de las noches de Arabia, Aladdin. Así que le metieron prisa, en contra de la filosofía que había seguido con la película desde sus inicios. Él fue enseñando sus progresos, pero no les bastaba. Quisieron ver un montaje completo de la película.
Pero no existía un montaje completo de la película. Richard Williams se negó a hacer un storyboard. Y no lo hacía porque sospechaba que en el momento en que lo hiciera, se la podían quitar de las manos. Sin embargo la presión creció, y creció, hasta que se vio obligado. A dos semanas de la proyección, se encerró en el estudio y dibujó a solas el storyboard completo de las secuencias que faltaban, las unió a lo que ya había y proyectó ese copión de trabajo.
Esa proyección fue antológica. Estuvieron presentes ejecutivos y animadores. Un animador bueno es capaz de reconocer la personalidad de sus colegas en un fragmento de película. Los animadores que presenciaron ese pase vieron alucinados que lo mejor de su trabajo estaba entremezclado con el trabajo de sus maestros. Todos se quedaron boqueabiertos ante el despliegue de esfuerzo que había detrás de cada fotograma. Todos, menos el Poderoso Caballero don Dinero. Los ejecutivos de Warner decidieron cancelar la producción. Por contrato les pertenecía la película y no querían que tardara una eternidad en rematarla. Y eso que en aquella versión mostraba que el grueso del trabajo estaba terminado y que lo que quedaba era lo más sencillo, otros 10 ó 15 minutos.
Los animadores se vieron en la calle, tuvieron un par de horas para recoger. Se dice que vieron a Williams animar todavía, mientras ellos se marchaban.
Como la producción se consideró un fracaso, Warner Bros. cedió los derechos a la compañía aseguradora. Ésta, para amortizar en lo posible, con una completa falta de visión cinematográfica, encargó terminar la película a Fred Calvert, reputado productor de series baratas de animación de los sábados por la mañana. Sí, las que todos conocemos. He-man y demás. Se puso manos a la obra y rellenó los huecos mediante, casualidades de la vida, clips de animación dignos de unos dibujos animados de los sábados por la mañana, que se daban de hostias con la obra maestra visual que suponía el resto de la película.
Con el título "La princesa y el zapatero", esta versión de la película vio la luz en dos mercados: Sudáfrica y Japón. No se estrenó en ningún otro país del mundo.
Sin embargo, con el tiempo Disney se interesó en comprar los derechos. La aseguradora no lo dudó dos veces. No cuesta imaginar las razones por las que a Disney le podía interesar: Una de ellas, para destruirla por completo. Quizá otra, para integrarla en su universo de Aladdin. Sea como fuere, consiguieron las dos cosas.
Cogieron la versión ya mancillada y se la acabaron de cargar. Destruyeron todos los elementos entretenidos de la película y los rellenaron con canciones. Un personaje que no habla en toda la película, aquí se pasa el tiempo "pensando" con una voz en off redundante. A otro, que en tiempos de Williams había doblado Sean Connery, ahora le puso voz Matthew Broderick. Y convirtieron la ciudad en Agrabah, "muchos años antes de que llegara Aladdin". A través de Miramax, la titularon "Arabian Knights" (atentos al juego de palabras) y se distribuyó de regalo pegada a unas cajas de cereales.
Lo más fuerte de todo es que la propia Aladdin estaba claramente inspirada en el trabajo de Richard Williams durante las décadas anteriores. Jaffar, Iago, el Sultán, Jazmine... tanto los personajes como los diseños y el "rollito" guardan una relación directa.
Y por fin, una nueva esperanza.
Garrett Gilchrist es un chaval de Los Angeles, joven cineasta, animador ocasional, que se toma sus proyectos muy en serio. Su afición por La guerra de las galaxias le llevó a conocer a un grupo de internautas que exigían que saliera a la venta, como ya hemos visto, una versión de la trilogía original que no mostrara cambios. Algunos de sus amigos se dedicaron a transferir copias que iban encontrando, con la mayor calidad posible. A él se le ocurrió crear un dvd que recopilara algo muy distinto: A través de una cantidad ingente de material recopilado, decidió hacer una versión extendida de la primera película. A su modo. Durante muchos años se han ido mostrando con cuentagotas en reportajes y documentales secuencias alternativas, eliminadas, con los efectos especiales sin terminar, montajes distintos... Vamos, Lucas no ganó el oscar al mejor guión ni al mejor director. Lo ganaron los montadores. Y Garrett vio que el inmenso material descartado podría servir para reconstruir la película como nunca lo habíamos visto. Así creó un DVD llamado Star Wars: Deleted Magic, sin el menor ánimo de lucro, que todo buen aficionado a La guerra de las galaxias debería tener en su videoteca. Dicho sea de paso, es el único dvd de La guerra de las galaxias que tengo en la mía.
Animado por el éxito de esta versión, dentro de este nuevo entorno cinéfilo que ha surgido en internet, hizo público que arrancaba un nuevo proyecto fan. Garrett Gilchrist anunció que iba a crear El ladrón y el zapatero: Edición remendada. Era, de hecho, el único proyecto fan que él consideraba legítimo de verdad. De pequeño había oído hablar sobre la próxima película del animador de Roger Rabbit. Y cuando algo mayor se la encontró en su caja de cereales, no le interesó mucho. Pero entonces empezó a hacer prácticas de animador, y como a todos los animadores de Los Angeles, antes o después tenía que llegarle una copia de una copia de una copia de una cinta extraída de un u-matic telecinado de una proyección de una película inacabada.
Cayó en sus manos aquella versión que Richard Williams mostró a los ejecutivos de Warner en 1991. Pese a su pésima calidad, esa vieja cinta dejaba ver la acojonante calidad de la animación. Se utilizaba de manera habitual en las clases. Y tras la experiencia como montador de vídeos propios y ajenos, Garrett sintió la necesidad urgente de restaurar esa película por su cuenta. Parecía increíble que el bodrio de los cereales viniera de aquello.
Lo primero que hizo fue enterarse de la historia que hoy hemos conocido. Encontró versiones de muy distinta índole: Quizá un vhs de segunda generación en lugar de tercera, luego uno de primera, dio con una versión japonesa en full screen, que mezclada con el audio en inglés daba el máximo de calidad posible en ese momento. Se empezó a ver capaz de ir cambiando las escenas animadas de aquel copión de trabajo en mala calidad por las imágenes nítidas de un dvd. En algunos casos sólo había copia buena en fullscreen, por lo que rellenó por los lados con la copia de peor calidad y dejó el centro cristalino. En algunos casos concretos recurrió a las animaciones de Fred Calvert, borrando la boca al personaje que hablaba y no debía hacerlo, etc. Reconstruyó la banda sonora mezclando todas las fuentes imaginables, buscando e identificando las obras que habían inspirado el copión de trabajo. Poco a poco fue dando con apoyos sorprendentes: La gente se empezó a hacer eco de su labor y le empezó a mandar bocetos, vídeos, copias... Si uno trabajaba en un laboratorio le decía "si das con una versión en 35mm te hago la transferencia gratis". Quizá otro había sido animador en el estudio y podía explicarle lo que Williams pretendía con una secuencia concreta. El propio hijo de Richard Williams se ha mostrado conmovido ante el esfuerzo y ha tenido numerosas reuniones con él para ayudar en todo lo posible.
Puede que hoy en día sea la tercera persona con la mayor colección personal de material de la película, orginal o no, junto a Williams y Disney (en sus archivos secretos). Son muchos los que se han puesto en contacto con él para proporcionar material con el que avanzar, o pedirle sus últimos progresos. Él se ha dejado los cuartos, que no le sobran, en enviar dvds a medio mundo. Y junto con sus amigos ha colgado en internet esa versión y muchas otras, así como documentales sobre Williams, sus trabajos de publicidad y todo lo que pueda contribuir a que ninguno de sus logros quede en el olvido. Disney podría, y legalmente no le costaría nada, mandar quitar todas estas versiones. Pero el acto ya está cometido. Garrett gritó al mundo la grandeza de un hombre que luchó por una película y el mundo le ha escuchado. En su grito, dice sílaba por sílaba que un solo hombre, movido por la afición amateur, es capaz de devolver al acervo cultural lo que un buen día le fue arrebatado. Imaginaos lo que Disney podría devolvernos si quisiera.
Sin embargo no todo el daño se puede reparar, para Richard Williams esta película es un capítulo cerrado de su vida del que no quiere volver a saber nada. Le chupó la energía durante tres décadas y pese a los intentos de su familia, no ha visto la restauración de Garrett. Pero nadie descarta que lo haga algún día, como han hecho innumerables colaboradores que se han visto honrados por Garrett. Tal vez legalmente no tenga derecho a hacer lo que hace, pero moralmente, no hay un solo participante en la obra que no respete su dedicación. Y todos se lo agradecemos. La democracia cultural ha superado al afán lucrativo. Todos podemos ver su trabajo, y a través de él, el de muchos otros genios de la historia de los dibujos animados.
Ver El ladrón y el zapatero: Edición remendada en Google Video.
Enlace a múltiples versiones, documentales y docenas de trabajos de Richard Williams.
Final feliz: Orson Welles dijo "Cuando muera, rebuscarán creatividad por entre mis huesos". Ánimo, Orson, algún día alguien le echará mano a tu Quijote.
Parece que el apagón del otro día no fue secundado por mucha gente,y puede que no haya tenido la publicidad necesaria, asi que vamos a darle otra oportunidad...
Si analizamos cuál es la diferencia entre este correo masivo y el de "¿Nos prohiben hacer un botellón? Pues se van a enterar, botellón masivo en..." nos encontramos con que no hay ninguna. Si algo mencionado en los telediarios antes, durante y después no ha tenido la cobertura que se pretendía, es que lo que falla no es la cobertura, sino la idea.
Si quieres ahorrar energía, no vayas a tu casa a apagar las luces durante 5 minutos.
No seas subnormal.
Si quieres ahorrar energía, date un paseo de 5 minutos al volver de trabajar.
Memoria artística |
|
Sobre este capítulo: Por algún capricho del destino, George Lucas ha ido definiendo los cambios cinematográficos desde hace unos cuantos años a través de sus opiniones públicas. Este capítulo no se centra en él exclusivamente, pero sí sigue una estructura basada en sus citas. |
Me preocupa nuestro patrimonio nacional, y me preocupa conservar las películas que vi de pequeño y a lo largo de mi vida para que mis hijos también puedan verlas.
George Lucas (respecto a las películas coloreadas)
Ante nosotros, una conjunción de acontecimientos:
Por un lado Ted Turner tuvo una fiebre restauradora y le dio por arreglar películas antiguas. Dicen que se gastó en restaurar Lo que el viento se llevó más de lo que ésta costó en su día. Por otro, parecía que se iban a ir acabando los derechos de autor de las películas clásicas. Si una película pasa al dominio público cualquiera puede copiarla, pero si la capa de color tiene propiedad intelectual... puede seguir dando beneficios. Además, existe el clásico rechazo a ver películas en blanco y negro por parte del espectador medio. Si se encuentra algo en color en la tele, es un 50% más probable que no cambie de canal inmediatamente. Siempre según ellos, claro, aunque me temo que no les falta razón. Por último, Casablanca cumplía 50 años y ésta era una manera de celebrarlo.
Ya lo parodiaron en Gremlins 2. Hubo un rechazo general ante semejante atentado artístico. Y sobra decir que no es el único caso. He aquí otro ejemplo:
Cuando Disney estrenó Los tres cerditos, no era escandaloso que el lobo se pusiera una careta de mercader judío. Sin embargo con el tiempo pasó de ser una broma divertida a ser una discriminación intolerable. Actualmente se ha decidido conservar la imagen original y han doblado el audio. Creo que lo ha hecho Dan Castellaneta, por cierto.
Sobra decir que este vídeo de Casablanca está doblado, pero por razones totalmente distintas. Lo que pocos saben es que se trata del TERCER doblaje. El primero se ha dado por perdido, aunque sé de más de uno que daría su brazo derecho por una copia. El segundo sigue estando disponible en algunas versiones, pero éste se hizo después de la censura y sustituyó las anteriores omisiones a la guerra civil y demás. El vídeo superior muestra cómo esta versión destrozó la pista de efectos original, basta con comparar cómo suena el piano las dos veces.
La cita que arranca esta tercera parte corresponde a George Lucas unos 10 años antes de editar las versiones modificadas de su trilogía de La guerra de las galaxias. Como éstas ya estaban en color, lo que hizo fue básicamente cambiar marionetas y maquetas por efectos de ordenador. Visto el éxito, terminó de arrancar así la nueva trilogía, que casi convertía ese recurso en su razón de ser:
Estamos en un momento apasionante para el cine, la tecnología puede convertir en realidad todo aquello que antes sólo nos atrevíamos a imaginar.
Y con la misma cantinela estrenó La guerra de las galaxias. Episodio 1: La amenaza fantasma. Causó repelús y admiración en partes iguales. ¿Dónde estaba la magia? ¿Dónde estaba la historia? Bueno, quienes hayan leído Nostalgia saben que la principal pregunta que hay que formular ¿dónde están tus 13 años, espectador? A otros, sin embargo, la película les encantó. La división de opiniones empezaba a alcanzar los extremos de la política.
Buena o mala, es mi película, es mi decisión, es mi visión creativa. Si a la gente no le gusta, que no vaya a verla.
Bien. Ya están aquí. No vamos a entrar en la vieja discusión de si Jarjar Binks es una visión creativa o comercial. Vamos a entrar en el papel de los demás al ver una obra. Concretamente en el papel de los que ponen la pasta, que son primero los productores y luego los espectadores. Lucas tiene la capacidad de autoproducirse y llevar a buen puerto su visión creativa. Lo aplaudo y envidio por ello. Pero voy a decir una cosa que me puede granjear la enemistad de muchos amigos que tengo enlazados: El autor no siempre tiene razón. Lo podemos decir de un modo más suave: Un genio puede mejorar a otro genio.
Y pongo un ejemplo. Ésta es la concepción original de Welles (o lo máximo que podemos acercarnos a ella):
Y así es como lo hemos visto todos:
Aunque creo que la segunda le da mil vueltas a la primera, acepto que ambas son obras de arte. Lo que no puedo tolerar es que alguien diga que la partitura de Mancini supone convertir una obra de arte en un estropicio. Sí, por supuesto que el resto del montaje no es igualmente afortunado, pero Mancini demuestra que hay casos en los que podemos dar las gracias por un cambio sobre la visión creativa del autor principal. La ducha de Psicósis iba a ir sin música hasta que Bernard Herrmann hizo lo que le dio la gana. Johnny Depp convirtió a Jack Sparrow en un borracho amanerado con insolación. Wilder dejó el "nadie es perfecto" tras una proyección de prueba, estaba seguro de que iba a cambiar el chiste. Hacer una película es un esfuerzo colectivo en el que intervienen muchos factores, y los productores y el público forman parte de él, aunque pese a tantos. La visión del director no es única y verdadera.
Las películas no se acaban. Sólo se abandonan.
Y así fueron saliendo las tres películas. Lucas sacó la edición especial en DVD de la edición extendida de la segunda trilogía de La guerra de las galaxias (que en realidad es la primera). Y sin embargo la gente empezó a quejarse. Los fans de La guerra de las galaxias, los nostálgicos, exigían la versión que les emocionó primero. Lucas lo rechazó. Llegaron a contarme que una vez que emitieron la trilogía restaurada en España, Telecinco incluso recibió la orden de no mencionar que se trataba de modificaciones de las originales. No sé si será verdad.
Cansados, los que conservaban originales en distintas calidades (beta, vhs e incluso laserdisk) empezaron a compartirlas. Lucas, por supuesto, no vio ni un duro por ellas y decidió rendirse. Anunció que por fin iba a poder conseguirse la trilogía original en DVD.
El clamor popular movilizó a Lucas. O tal vez éste dio otro paso en su secreta estrategia de marketing, nunca se sabrá. Pero es inevitable llegar a la conclusión de que la postura "con mis películas hago lo que me da la gana" fue débil de un modo u otro. Algo similar ocurrió cuando empezó a correrse la voz de que Samuel L. Jackson iba a protagonizar Snakes on a Plane. Frases que mezclaban serpientes con recuerdos imborrables de Pulp Fiction llevaron a la productora a rodar nuevas secuencias antes del estreno. Por primera vez el verano pasado, una productora despreció la calificación PG13 (menores de 13 con sus padres) en pos de una calificación Restringida (sexo y palabrotas) a raíz de las preferencias del público.
Por supuesto, hay de todo. Los productores de la nueva Pantera Rosa se jactan de haber eliminado un montón de chistes de pedos que hacían que la película fuera de mal gusto. Al ampliar su público dándole un PG13 han podido compensar la inversión.
Si tuviera tiempo y un martillo, buscaría cada copia pirata para destrozarlas.
(sobre aquel horrible especial navideño)
Sin embargo, existe una mitad secreta en la biografía de Lucas: la mitad que está fuera de su alcance. Los internautas no se limitaron a protestar por lo que consideraban errores made in Lucas y a compartir copias viejas. Las películas nuevas partían ya con lo que ellos consideraban errores. De hecho un montador anónimo hizo uso de esas palabras de más arriba, las que citan las bondades de la tecnología y el alcance de los sueños. Él imaginó un Star Wars sin midiclorianos que arruinaran la magia, sin jarjarbinks que estropearan los momentos dramáticos. Un Star Wars en el que la cámara no pareciera la de un turista que prefiere grabar en vídeo un animal muy grande antes que al protagonista. Vamos, en definitiva, quería que se contara una historia mejor.
Fue el primer espectador que demostró de verdad al mundo que creía en ese recurso mecánico que se inevitablemente oye al salir del cine: "le sobra media hora". Y creó La guerra de las galaxias. Episodio 1: El montaje fantasma.
E internet vio que era bueno.
Mientras empezaban a florecer por internet personas interesadas en esta nueva versión, Lucas siguió con la trilogía y los nuevos montadores crecieron como setas. Lo que más fascinaba a los que las veían era que los cambios pasaban desapercibidos:Un segundo por aquí, un silencio por allá, incluso restauraciones completas del sonido a partir del disco con la banda sonora... La tecnología no sólo favorecía a los que hacían películas con cien millones de dólares de presupuesto, sino a los que tenían un ordenador personal.
Así surgió la generación con la energía y el fanatismo suficientes como para crear obras como "Matrix desSionizada", "Batman y Robin Sin Morralla", "Hannibal Jannibalizada", "Frankenstein (de verdad) de Mary Shelley" o "El Pulp Fiction Cronológico". Sí señores. Existe todo eso a tres clics en google.
Y reconozco que no escapo a esta fiebre. Actualmente tengo participando en el notodofilmfest una secuela de Exprés. Un amigo me ha pedido que le ayude para rescatar el final original de La pequeña tienda de los horrores. Y, por descontado, he restaurado manualmente la versión en color de Casablanca en exclusiva para este blog. ¿Cómo se hace eso?
Pues con algún conocimiento acumulado sobre la percepción visual, sabiendo que la capa de color puede tener mucha menos resolución que la capa de luminancia y comprendiendo que una mala versión en vhs puede tratarse (sin demasiado esfuerzo) y solaparse a una buena versión como la del dvd. O comprendiendo que una vez hay color, nos lo comemos con patatas. Si se para en algunos cambios de plano del vídeo veremos que (precisamente por mi falta de esfuerzo) el último frame de un plano puede tener el color del siguiente. Nos sigue dando igual.
Pese a que en este post parezca casi narrado por George Lucas, es Casablanca la verdadera protagonista de esta trilogía, la letra de la canción, París... hasta en sus múltiples versiones es perfectamente aplicable a cada artículo. Retocar su color me dio una tremenda sorpresa: La versión en DVD tiene más cambios que la versión original. Cambios de los que no nos daríamos cuenta al verla sin más, por supuesto. Pero es lo que tiene la restauración, el último palo por tocar en la trilogía de la memoria artística. Hay estabilizaciones de travellings, reencuadres mil, corrección del movimiento de las grúas. Lo sé porque he solapado una versión antigua con una nueva:
No se ven, y sin embargo están ahí, modificando la visión original del director, o, cuanto menos, lo que fue capaz de hacer. La triste realidad es que ver la versión en color quitando el color produce un resultado más fiel al original que nuestro querido dvd.
En ese vídeo pastoso y doblado, que no respeta píxeles, ondas o nitratos de plata, que no respeta una sola micra de información original, los sentimientos no se van, están ahí y siguen encontrando su sitio.
Viva Metrópolis con bso de Metallica.
Vivan las obras de arte que cambian obras de arte.
Viva sumar, y no restar.
En la próxima entrega estudiaremos el caso práctico de memoria artística más acojonante de la historia del cine.
Final feliz:
Ya no quiero hacer películasGeorge Lucas.