12 de junio de 2014

Símbolos: toros y taras

El logotipo de WWF, el Foro Mundial para la Naturaleza, es un panda.

El animal irradia carisma; es un oso vegetariano que parece de peluche, y simboliza perfectamente a todos los animales en peligro de extinción.

Hace poco, en contraste, surgió la Asociación para la Preservación de Animales Feos, que sostiene que los animales bonitos se llevan demasiados trozos del pastel de los animales en peligro de extinción. No todo son ballenas, de hecho la mayoría de los animales en peligro son insectos asquerosos. Y este bicho fue votado como el animal más feo del mundo y símbolo de la asociación:


De algún modo, resulta tan feo que cruza los extremos y vuelve a tener carisma.

Pocos días antes de anunciar este ganador, hubo un debate en Nueva York sobre un suceso ocurrido en el metro. Unos gatitos se colaron en las vias y para rescatarlos tuvieron que parar varias líneas. Coincidió con las elecciones a alcalde, y eso hizo que todos los candidatos a alcalde se pronunciaran a favor de los gatitos, excepto uno, que fue vilipendiado.

Me gustaría ver a todos los defensores de esos gatitos en esta situación: sufres un accidente, te estás desangrando. La ambulancia te recoge y te lleva a toda velocidad al hospital. Sigues consciente, y sabes que tu vida depende de llegar lo antes posible. De pronto, el conductor de la ambulancia te dice "¡Hay una fila de gatitos en medio de la carretera! ¿Qué hago? ¿Freno?"

Es una decisión intransferible, y hay que elegir un mal menor. Pero tengo la sensación de que la gente ha desconectado por completo del mundo animal, y sólo vuelve a él a través de un puñado de símbolos, entre los que destacan los gatitos, en el mundo entero, y en España, los toros, tanto a favor como en contra. En Nueva York nadie se preguntó cuántos médicos llegaron tarde a trabajar por el cierre del metro.

Matar toros y convertirlo en un espectáculo es terrible. He firmado siempre que he podido para colaborar al fin de esta sangrienta tradición. Me opongo a los toros, a esa barbarie. Pero oponerse a algo no significa que no intente entenderlo.

La tradición taurina no me parece algo bello. De pequeño me aburría, ahora me parece cruel y no me siento cómodo si tengo imágenes de un ruedo cerca; por ejemplo, en una tele de fondo en un bar.

Aunque para mí no sea un arte, puedo entender que se lo parezca a otros. Y no me refiero a la emoción que puede producir la música, la ropa o el estilo literario tan peculiar de las crónicas taurinas. Me refiero a matar un animal. Repito: hay gente que considera artístico matar un animal. Pensemos en ello por un momento.

Y continuemos.

¿Qué puede llegar a ser un arte? En principio, pintura, escultura, teatro... etc. Pero hay casos más mundanos, más pequeños. Aparcar bien. Resolver una ecuación matemática de manera elegante. O diseñar una silla más cómoda. ¿Cuántas veces tienes que grapar unos papeles para empezar a distinguir entre grapas buenas y malas, posiciones más estéticas y encuadernaciones más elegantes?

Todo puede ser arte. To-do.

En la serie Dexter, el protagonista psicópata consideraba el asesinato todo un arte. Depende de la educación del ojo que lo ve, de las emociones que una serie de decisiones signifiquen para él. En el mundo real seguro que también hay algún asesino u obseso al que le parece un arte, pero hay casos más comunes. Para Maquiavelo, gobernar es un arte; el "El arte de la guerra" de Sun Tzu tiene varios milenios de antigüedad, y tiene un trasfondo aún más cruel que los propios toros.

Por eso no me sorprende que los toros puedan ser un arte, aunque los repudie.

Y esto me lleva a pensar... Si matar personas es un arte para Dexter, ¿para quién puede ser un arte matar toros?

Mi conclusión: para la gente de los pueblos. No de todos, sólo aquéllos donde se practica con regularidad la matanza de animales. Creo que existe en muchas personas una mentalidad para la cual matar animales es algo imprescindible, cotidiano o incluso esencial. Matar animales para comérselos forma parte de su vida.

Antes, todas las familias criaban un cerdo durante un año, lo sacrificaban, y tenían carne durante otro año. En un pueblo más numeroso donde, pongamos, durante 500 años han matado una vaca cada dos semanas para comer todos, no me extraña nada que con el paso del tiempo se haya desarrollado una manera de hacerlo que, dentro de esa distorsión que es el asesinato animal, se haya convertido progresivamente en algo que consideren bello, digno, elegante...

Y tampoco me extraña nada que para los que no hemos sido partícipes de esa tradición, la práctica nos parezca aberrante. Pero aquí es donde siento que tengo que hacer autocrítica y explorar esa opinión frontalmente opuesta a la mía:

Creo que odio los toros porque soy un niño pijo de ciudad.
Como tú, probablemente.

El cine de mi ciudad al que más he ido este año se llama Cineteca Matadero. El nombre arrastra el pasado de ese solar. Llegó un momento en el que el transporte y el dinero permitieron alejar del núcleo urbano ese trago desagradable, y maloliente para todos los ciudadanos.Y ruidoso. Menudos ruidos.

Para mí los toros son un símbolo de la crueldad humana, y por eso me parecen insoportables. Como no he tenido que cortar cabezas de gallinas o sacrificar cerdos para comer, soy mucho menos inmune al acto de matar un animal por necesidad, y nunca me podrá parecer bello. Y sería mucho más legítimo para mí, y para el resto del movimiento antitaurino, si no fuera porque creo el 99% de la gente participa en él embutida en sus chupas de cuero y comiendo jamón.


La última vez que firmé una petición para abolir los toros le pregunté a la chica que me la entregó "¿alguna vez has cogido una gallina que se iba a escapar?"
Me dijo que no. Ni siquiera había estado en una granja. Le pregunté si comía huevos; me dijo que sí. Y firmé. Pero me quedé con las ganas de decirle "y entonces tú qué coño sabes de los animales".

Pero creo que algo sabemos. A todos nos suena que los animales de la comida del supermercado viven fatal, que a las gallinas ponedoras, si salieran de las jaulas a las que están condenadas de por vida, les darían infartos, pero no queremos acordarnos. Y de alguna manera, a un nivel profundamente subconsciente, concentramos toda nuestra culpa al respecto en nuestra repulsa hacia la crueldad de las corridas de toros. Y que nadie toque un pelo a los gatitos. Que son muy monos. Pero a los gatitos hay que darles carne de comer, eso ya importa menos.

La imagen de la ambulancia de arriba... convirtámosla en una más cotidiana. Imagina que en el supermercado y en los restaurantes la carne sea gratis. Pero hay un precio, no económico, para llevártela: Para comerte un delicioso solomillo primero tienes que ver cómo ha muerto la vaca de donde viene. Un vídeo colocado en las neveras del autoservicio que se activa al coger un filete.

La verdad, me gustaría saber cómo afectaría al consumo de carne en una ciudad entera, a corto y largo plazo. Me atrevo a imaginarme lo que pasaría: casi todos los ciudadanos se harían vegetarianos por un tiempo, y luego, poco a poco, las imágenes del animal degollado perderían la fuerza del primer impacto, hasta que buena parte de ellos comiera carne de nuevo. Y seguramente ésos no odiarían los toros, y de hecho tendrían otras taras que afectarían al resto de su comportamiento.


¿Podemos comparar una ensoñación así con un caso real? Se me ocurre uno: Estamos mucho más inmunizados a la muerte de personas, gracias al cine, que a la muerte de los animales. Mientras que en la vida real las personas son lo más importante, en la ficción nos cuesta muchísimo más ver cómo apalean a un perro a una persona. A mí me pasa, y a muchos que he consultado, pero, mientras tanto, no dejo de pensar que es un desequilibrio loquísimo, y me produce la misma repulsa que el desequilibrio que da origen a los putos toros.

Asumamos que estamos más inmunizados a unas crueldades que a otras, y que la diferencia sólo está en nuestra mente, pero seguimos siendo responsables de todas. Un patito empapado en chapapote puede secuestrar nuestra atención mientras nos comemos untado en pan el hígado cirrótico de otro. O mientras mueren miles de niños en una guerra provocada por el mismo petróleo.

Es muy fácil decir que las tradiciones taurinas son retrógradas, pero esos retrógrados igual se han quedado así porque son los que preparan la carne que comemos nosotros, servida en cómodas bandejas de poliespán que anulan toda sensación de que alguna vez perteneció a un animal que podía sentir dolor.

24 de marzo de 2014

Algún día habrá otro Suárez


La pérdida de Adolfo Suárez es irreparable. Pero no su espíritu. Es cierto que en España estamos saturados de políticos egoístas, cortoplacistas, cargados de amigos poderosos con oscuras intenciones y, sobre todo, pegados al sillón.

Pero en España hay más gente. Y por eso no debemos preocuparnos. Un nuevo Adolfo Suárez es posible.

España está llena de trabajadores honestos sometidos a un jefe absolutista con una ideología anticuada, como fue Suárez, que si tuvieran la oportunidad, serían grandes líderes. Esto es, si el jefe absolutista se muere y le sustituye alguien con insolencia casi adolescente a su predecesor que, borracho de poder, quiera cambiarlo todo.

Siempre queda la esperanza de que el Rey de España vuelva a elegir a dedo a alguien para darle el control del país. Y no debemos descartar la posibilidad remota de que un nuevo líder, elegido a través del amiguismo y la timocracia, salga del armario cuando gane unas elecciones plagadas de mentiras y falsas promesas, como todas, y resulte que no es un trepa, sino una persona íntegra y honesta. Evidentemente no podría serlo antes de conseguir el poder, pero nunca se sabe, tal vez nuestro sistema no corrompa a todo el mundo.

Y tal vez sea capaz de escuchar a todas las voces del espectro político y con su carisma alcanzar nuevos consensos inauditos, como Suárez, escandalizando a la izquierda cuando pacta con la derecha, y viceversa.

Por soñar que no quede, quizá este gran líder sea capaz de sostener su posición el tiempo suficiente como para conseguir cambios tangibles en la vida política y social del país, a mejor, antes de que todas las fuerzas políticas, incluida la suya propia, se den cuenta de que lo que es conveniente para la plebe no es conveniente para el poder, y empiecen a quitarle su apoyo paulatinamente, hasta que la presión sea intolerable.

Y quién sabe, igual este nuevo Suárez pueda escapar del síndrome de la Moncloa y atreverse a dimitir en un país en el que no ha dimitido nadie más que Suárez.


Algún día habrá otro Suárez y nos lo volveremos a cargar.

22 de marzo de 2014

Símbolos: 42


Stephen Fry consiguió que su amigo Douglas Adams le contara por qué en Guía del autoestopista galáctico eligió "42" como explicación del sentido de la vida, el universo y todo lo demás, pero le hizo prometer que se llevaría el secreto a la tumba.

Probablemente nunca sepamos qué tenía Adams en la cabeza. Pero voy a lanzar desde aquí una posible respuesta.

Advertencia: Es muy probable que se le haya ocurrido a mucha más gente antes (confieso que no quiero mirarlo) y, por fechas, es imposible que Douglas Adams supiera nada sobre el experimento que voy a contar aquí, pero tal vez sí conocía avances anteriores cuando escribió la novela y tuvo una cierta intuición sobre las posibilidades que vinieron después.


Éste señor es Stephen Wolfram, uno de esos genios que se sacan el doctorado a los 20 años y dedican su vida a cosas de matemáticas que nos cuesta muchísimo entender.

Una de ellas es este experimento de 1983.


Imagina que tienes un cuaderno cuadriculado y pintas un cuadro negro. Y entonces miras la fila de abajo y dices "voy a hacer un juego. Crearé una serie de reglas para pintar la segunda fila  según cómo es la fila anterior":



Entonces, vas probando reglas nuevas. Algunas darán resultados extremadamente simples:


Otras, crearán ciertos patrones predecibles:


O con aspecto de fractales:


Y entonces, a Wolfram se le ocurrió hacer un programa que generara todas las pirámides posibles, "a ver qué pasa". Y se encontró con una que le llamó particularmente la atención:


La llamó "Regla 30", porque era la número 30 que el ordenador generó. Y se encontró con la extraña sensación de que por la izquierda detectaba un patrón claro, pero a la derecha no lograba distinguirlo.

Una versión más grande (y si haces clic, aún más grande):


Al principio pensaba que era culpa de la intuición limitada de su miserable cerebro humano, así que empezó a aplicarle todos los detectores de patrones conocidos por la ciencia, y ninguno le dio resultado. Técnicamente, esto es caos.

La consecuencia es abrumadora: Unas reglas extremadamente sencillas pueden crear un resultado infinitamente complejo.

Es un hecho muy relevante. Por lo general, nuestra intuición nos dice que para hacer algo complejo, hace falta partir de algo complejo. Pero casos como éste nos demuestran que no. El dato ya estaba ahí para todo el mundo, sin ir más lejos: dibuja una línea y haz una circunferencia con ese diámetro. Divide una con otra y sacarás Pi, un número infinitamente complejo. Pero como pasa tantas veces, asimilamos las cosas mejor cuando las descubrimos nosotros que cuando nos las enseñan. Es lo que le pasó a Wolfram.

Y tardó poco tiempo en preguntarse si este tipo de juegos se aplican en la naturaleza. Y los encontró:


Y tiene sentido. Un dibujo tan complejo como el camuflaje de estas caracolas no podría estar programado tal cual en su ADN. Lo que hace el ADN es sentar las bases de este programa para aplicarlo en sitios determinados. Nuestro ADN tiene menos de 30.000 genes, y eso, línea a línea, casi no daría ni para programar el Paint de Windows, por lo que otras estructuras mucho más complejas, como nuestro cerebro, siguen siendo una gran incógnita.

Pero esta creación de patrones puede servir de respuesta. Igual no con esa Regla 30, sino con otro juego totalmente distinto, en 3D, sin relaciones entre cuadrículas, sino entre las células. Con sistemas así, las células de un embrión podrían informarse unas a otras para saber dónde están y cuál debe ser su función, y hacia dónde deben bifurcarse, o si deben convertirse en músculo o hueso. Y todo partiría de reglas sencillas que sí podrían programarse en unos pocos genes, en los que una pequeña variación cambiaría todo el resultado:


Éstas son las 256 combinaciones de reglas posibles para este juego, Wolfram siguió haciendo juegos aleatorios para quedarse con los más interesantes, como hace la naturaleza. Por ejemplo, también descubrió que la Regla 184 puede ayudar a predecir flujos de tráfico.


Y comenta que la ciencia suele ir en dirección contraria, mediante ingeniería inversa, como un hacker que trastea con un programa a ver qué pasa, para intentar distinguir cierto orden dentro de un caos.


Él propone crear programas de cero para investigar cómo nace el propio caos. Y se le ha ocurrido que tal vez el universo entero esté regido por un juego similar, a un nivel subatómico, en el que las piezas son tan pequeñas que no existen el espacio ni el tiempo, sino que es el propio juego el que los produce.

Y se pregunta: ¿si esto es así, todo el universo está predestinado? Después de todo, la Regla 30 está prefijada, tanto si la haces tú como si la hago yo, te sale exactamente lo mismo. Y plantea la respuesta con una palabra: irreductibilidad.


En la Regla 30, que puede extenderse hasta el infinito, la fila un millón es muy concreta, no va a cambiar nunca, pero la única manera de llegar a ella es haciendo las 999.999 filas anteriores. Es irreductible, es decir, no hay otro camino más corto. La única manera que tendríamos de predecir qué vas a hacer después de leer este texto es volver a crear el universo entero hasta que lo vuelvas a leer. Así, que, en cierto modo, el libre albedrío podría ser compatible con un universo predestinado.

Wolfram admite que encontrar la fórmula del universo es un objetivo abrumador y es muy difícil afrontarlo, y que tal vez no exista, o existe pero no la hallaremos nunca. Y mientras el resto de los científicos buscan una gran teoría unificada, él sigue probando al revés, igual que cuando encontró la Regla 30: probando todas las reglas posibles en juegos sencillos.


Sus progresos hasta ahora, aunque muy lejos de dar con un resultado, son interesantes. Igual que con las reglas de sus otros juegos, hay muchas que no tienen sentido, pero ha encontrado otras que se acercan remotamente a lo que podríamos entender como las bases de un universo.

Y eso plantea que igual, junto a nuestro universo, nacieron muchos otros universos a la vez, cada uno con sus propias reglas, pero el espacio y el tiempo sólo tienen sentido en unos pocos, como éste, y, quién sabe, tal vez nuestro universo sea la Regla 42.

24 de febrero de 2014

Referentes de Operación Palace

Operación Palace, el falso documental que muestra un punto de vista imposible sobre el golpe de estado del 23F, se emitió ayer y fue líder de audiencia. A mí ya me olía a fake, y casi todos se dieron cuenta en los primeros minutos. Lo que más me sorprende es que, si alguien se da cuenta de que es falso, se ofenda porque sea falso.

La gente está hablando con mucha sorpresa, como si fuera algo inédito, cuando en realidad el falso documental es un formato maduro desde hace décadas. Y mientras la gente no para de opinar, a mí no me han dejado de venir referentes a la cabeza, así que creo que está bien indicar algunos.

  • La guerra de los mundos (1938) de Orson Welles. Retransmisión radiofónica que en España Luis del Olmo convirtió en tradición anual, por cierto, para celebrar el día de la radio.
  • La verdadera historia del cine (Forgotten Silver, 1995) documental de Peter Jackson.
  • CQC estuvo allí - Falso reportaje, también del 23F del primer Caiga Quien Caiga español, en tiempos de Wyoming. Juanjo de la Iglesia se integró en imágenes de archivo con la tecnología de Forrest Gump, que en esa época tenía bastante mérito. 
  • Operación Luna (2002) documental del canal Arte en el que Jordi Évole reconoce que se inspiró para hacer Operación Palace. Además de la similitud en el título, hay muchos puntos en común en la estructura y las ideas que conforman el argumento.
  • La coronación de Eduardo VII (1902) de George Méliès. Como la Corona no permitió el que plantaran un cinematógrafo en medio de la sala, se repitió la ceremonia más tarde con actores. Sí. En 1902 ya se hizo un falso documental. 
  • Nanuk el esquimal (1922) de Robert Flaherty. Mucho se ha discutido sobre este documental. Uno de los rumores más repetidos es que los rollos de película se perdieron en el barco de vuelta y Flaherty volvió y repitió las escenas tal y como las quería.
  • Cualquier película de archivo del desembarco de Normandía (1944?). Por lo visto el océno también se tragó los originales del desembarco y todos los retales de películas que aparecen en todos los documentales proceden de otros desembarcos, pero no el del día D.
  • El documental de los cangrejos gigantes en el fondo del mar (mediado de los 90). En la 2 se emitió una serie de documentales españoles de unos 20-30 minutos, si no recuerdo mal, sobre temas muy variados. Uno de ellos trataba sobre una sociedad secreta que compraba cuadros a autores prometedores y los vendía siglos después, es decir, se lucraban con inversiones a muy largo plazo. Otro hablaba de unos cangrejos gigantes que estaban en el fondo del mar, mutantes surgidos de de pruebas nucleares. Puedo asegurar que este documental era falso, aunque basta buscar en google para toparse con mucha gente que tiene un vago recuerdo y cree que era cierto. Puedo constatar que eran falsos porque uno de los autores era amigo de mi padre. Incluso editaron un pequeño libro con los guiones que he llegado a tener en mis manos. Pero como mi padre ha muerto y el libro se perdió en un incendio, no puedo aportar pruebas. Sí puedo decir que fue un trabajo monumental de documentación donde había mucho componente de verdad, datos y fechas, mezclados con mucha imaginación e imágenes de archivo. ACTUALIZACIÓN: La serie se llamaba Páginas ocultas de la historia.
  • La entrevista de Jordi Évole a Pedro Ruiz (2009). Parece mentira que la gente se sorprenda de que Jordi Évole gaste una gran broma hoy, cuando lleva haciéndolo desde que hacía de falso miembro del público en el programa de Buenafuente. Lo mejor que tiene el Follonero es que es un descarado, y el precio que tenemos que pagar para que sea descarado con gente que nos cae mal es que alguna vez tiene que serlo con nosotros.
Quedan muchos más ejemplos, muchos de ellos recientes y de moda hace poco, pero esto es un ejercicio de memoria más que de documentación. Hay muchos documentales falsos que eligen ese formato porque necesitan un factor de credibilidad que una película al uso no daría o ya está agotada (Cloverfield). Otros intentan contar algo que sería perfectamente posible, pero se inventan un ejemplo para contarlo desde el punto de vista más interesante (Catfish). Y no incluyo documentales como la disección del alien de Roswell u otras patrañas conspiranoicas.

A mí el concepto me atrae en sí mismo, porque con los años me he convertido en un escéptico terrible. Me cuesta asimilar que la gente proteste por una mentira en un canal, cuando en el de al lado están emitiendo Cuarto Milenio. El juego de convenciones que lleva a protestar por uno y no por otro es complejísimo.

Hace tiempo grabé ¿Quién está ahí?, un corto documental sobre la audiencia en televisión. El aspecto del documental es aséptico. La voz del entrevistado es una impostación de locutor. Y me han llegado a parar por la calle para preguntarme era de verdad. Lo es. Ese audímetro es de verdad. La voz de Peter Griffin fue solicitada expresamente por el mismo entrevistado y estuvo presente en la grabación de audio para que no se pusiera una palabra equivocada en su boca. El audímetro está grabado en funcionamiento y todos los datos que aporta el entrevistado son correctos. Pero... ¿por qué vas a creerme? ¿Soy yo más creíble que mi trabajo? ¿Cambia algo si te lo cuento mirándote a los ojos?

Eso es lo que hacen los políticos en Operación Palace.

17 de febrero de 2014

Símbolos: tu ordenador

Magia

Estoy embarcado en un proyecto de animación. La animación requiere, igual que un guión o un rodaje, un desglose por partes, pero mucho más minuciosas. Los animadores llegan a prestar atención a extremos como cuánto se baja un hombro al levantar una mano.

Si se baja mal, la animación no funciona. Los animadores expertos se dan cuenta de esas cosas y lo arreglan con dos trazos. Para un lego en la materia, la magia desaparece. 

No sólo en animación, también pasa las demás películas: un guionista puede identificar por qué no le ha gustado, alguien ajeno a las minucias cinematográficas tiende a decir que los actores son malos o que a la película le sobran 20 minutos. Eso no quiere decir que lo digan siempre, o que lo digan todos, o que esa crítica no sea correcta algunas veces. Pero para mí es una señal de alarma que me avisa de que esté precavido con lo que oigo: Lo más seguro es que el que lo usa no sepa exactamente cómo ha entendido las partes que forman la película.

Y sin embargo, cuando todo funciona, cuando la película cobra un sentido completo por encima de sus partes, se convierte en magia. Arthur C. Clarke usaba palabras parecidas para hablar de algo totalmente distinto:

Toda tecnología lo suficientemente avanzada es indistinguible de la magia.

Y, sabes qué, lo mismo que pasa con las artes le pasa a tu ordenador.

El mundo se divide entre quienes saben arreglar su ordenador y quienes no saben. 

Más o menos pertenezco al primer grupo. Hasta hace un momento no me he dado cuenta de que podía ser importante. Pero de pronto he tenido un flash: Los que no saben arreglarlo, ven el ordenador como una unidad indivisible, atómica.

Los que sí saben... ven el ordenador como un conjunto de piezas, cada una de las cuales desempeña una determinada función.

Un ordenador es mucho menos propenso a fallar que un ser humano. La primera reacción ante un problema para mí suele ser "¿qué he hecho exactamente?", antes de dar por sentado que es el ordenador el que ha hecho algo mal. Y lo repito. Y sólo cuando me descarto a mí mismo empiezo a pensar que ha sido un fallo electrónico. Y entonces reconecto cables. Cambio piezas de sitio. Chequeo si cada cosa por separado funciona bien. Trato de identificar el problema.

Voy cambiando una sola cosa para ver si el fallo persiste, parte por parte, hasta que encuentro el problema. He aprendido a solucionar problemas complicados porque no ignoré los problemas pequeños. Y poco a poco se acaban conociendo a grandes rasgos piezas y programas. No siempre es metódico, no siempre sale bien, pero suele funcionar.

Y con los años, manteniendo esta mentalidad, me he desesperado con el ordenador muy pocas veces. Y ahora me he dado cuenta de que esta actitud, en esencia, es el pensamiento científico. El gran hallazgo de Mendel, que abrió las puertas de la investigación genética, fue centrar su estudio en una sola característica, el color de los guisantes. Y de pronto he comprendido que todos los niños que arreglan los ordenadores de sus padres son científicos como él. Cuando Picasso o Carl Sagan hablan del niño interior se refieren exactamente a esa curiosidad inocente que te lleva a investigar, en las ciencias, en las artes o en cualquier fenómeno de tu entorno.

Y también me he dado cuenta de la inmensa contracorriente a la que está sometida esta actitud ante la vida. Los móviles ya no se pueden abrir. Los programas cada vez son más amables, en apariencia, pero más limitados en realidad. Un gran botón con vistosas transparencias cumple una función, intuyendo e ignorando todas las alternativas que podrían interesarte. No puedes saber si te interesan si de entrada no te dicen que existen.

Por qué debes intentar arreglar tu ordenador.


¿Cuántas televisiones habremos tirado a la basura porque fallaba un cablecito?

Considerar al ordenador como una sola pieza, sin más, y negarse a entender que es una máquina con sus peculiares engranajes, es una actitud peligrosa. Es un prejuicio.

Es lo mismo que pensar que todas las mujeres son iguales. O los inmigrantes. O los políticos. Ni siquiera los policías son todos iguales. En ningún sitio existe una unidad con monopensamiento automático. Ni siquiera un banco. Ni siquiera en ETA. Tal vez algunos de tus enemigos lo sean por un malentendido. Tal vez falle el Sistema entero porque no nos molestamos en comprenderlo.

¿Quién se beneficia de tu falta de curiosidad? ¿De que te quedes en el titular? ¿Acaso tú? Es muy poco probable.

Adscribirse sistemáticamente a cualquier ideología de un partido político es un error para todo el mundo excepto para una persona: el que la escribe. Igual que lo es no separar consejos útiles de una religión con imposiciones arbitrarias. Y la fe no está tan distante de una tecnología que no entiendes.

Simplificar los problemas es una negación sistemática de la variedad inmensa que hay detrás de esa puerta que no quieres abrir. Arreglar tu ordenador es una manera de empezar a deducir, probar y experimentar con tu propia intuición, y encontrarte con resultados inmediatos. Sirve para juzgarte a ti mismo ante una situación mucho más irrelevante que las otras que pueden sorprenderte en la vida.

No es tu profesión, es tu actitud

Para pertenecer al grupo de los que saben arreglar su ordenador, no hace falta que sepas arreglar tu ordenador. No es necesario que te vuelvas loco desmenuzando todos los aspectos que te rodean hasta el mínimo detalle. Eso ya lo haces con tu trabajo.

Vale con abrir el capó de tu coche. O con identificar instrumentos en una canción. Aprende a distinguir entre cláusulas de una hipoteca. Entre leyes. Intenta averiguar de dónde salen las piezas, para qué sirven. Si algo te importa, míralo de lejos y desde muy cerca. Aprende jugar con las piezas sin romperlo todo. Abre tu mente. Pensarás más.