Madness.
Un día un puñado de locos se pusieron en contacto conmigo para proponerme hablar de tele. Rara vez me he negado yo a eso. De hecho, cuanto más locos sean los interlocutores, mejor, pero si el planteamiento alcanza proporciones épicas, acojona un poquillo. No se trataba de sostener un hilo que pendulara por los temas según improvisara la brisa conversacional; oh, no. La idea era reunir a un grupo, cuanto más loco mejor, para intentar abarcar lo inabarcable.
Ésta fue la primera frase que escuché por el teléfono:
"Queremos abrir un macroblog donde cada usuario elija una serie y la analice en profundidad, capítulo a capítulo. ¿Te gustaría hacer... no sé, Frasier (263 capítulos) o El ala oeste (155)?"
Como, para variar, la llamada de teléfono acababa de despertarme, tardé un buen rato en comprender la locura que me proponían y al final decidí coger una serie de la que todo fueran ventajas: Es corta, la tengo fresca, entiendo su contexto y sigo a su autor desde hace años.
El proyecto se ha convertido en Elitevisión. Mi serie es Studio 60. Y el nivel de los participantes me deja a la altura del betún. Sin ir más lejos, otros se han atrevido con la inabarcabilidad temática de El prisionero, la infinidad de guiños de Futurama, de los 120 capítulos de The Muppet Show y los 160 (y contando) de South Park, el apasionante reto de desglosar a los Monty Python sketch por sketch... o el reto visceral que supone plantarse delante de Expediente X, MacGyver o de Al salir de clase y decir "voy a contarlo todo, todo", intentando un acercamiento para el desconocedor y una reafirmación para el fan más acérrimo.
De cualquier modo, participar aquí no justifica la sequía de este blog últimamente. He estado de vacaciones. Vacaciones locas, claro.