26 de agosto de 2012

El sueldo de los políticos no es tan importante

Diputados del Parlamento cobran gastos de alojamiento pese a tener varias casas en propiedad. El sueldo de algunos asciende a muchas decenas de miles de euros al año. Y todavía algunos se quejan.

No, no me parece bien. ¿Pero dónde está el límite? ¿Cuánto debe cobrar el presidente del gobierno?

¿Lo mismo que yo?
¿Lo mismo que mi jefe?
¿Lo mismo que el jefe de mi jefe?
¿Lo mismo que el director general?

¿Cuánto sobra de sus salarios? Todos opinamos distinto, porque todos cobramos distinto, sólo tenemos en común que cada vez cobramos menos. Y si ponemos, por ejemplo, que todos los políticos puedan cobrar 4.000 euros como máximo, sumando todos sus ingresos, quizá podamos arreglar cosas con todo el dinero que sobra. No sé, evitar que cierren uno o dos hospitales grandes, acumulando todo ese ahorro.


Pero creo que la pregunta en sí misma es un error. Creo que el debate da tanta cabida a la demagogia que no puede salir nada bueno de él. Yo, que soy pobre, uso el dinero como unidad de medida, pero ellos no. A ellos les da igual.

Para nosotros los pobres, el dinero es el gran referente. Pero olvidamos que los políticos no son pobres. Tampoco lo serían si no tuvieran dinero. Ellos miden las cosas de otra manera. Cualquier persona electa o que dependa de personas electas mide su éxito profesional en poder. Incluso si cobraran 500 euros al mes, seguirían teniendo el mismo poder.

Ese poder les permite cambiar muchas cosas. Les permite amenazar, llevar a buen término sus odios, sus fobias, sus religiones y sus manías personales. Ese poder les permite mantener el poder. El dinero da dinero. Reemplácese dinero por poder en ese axioma una o dos veces, que será igual de válido.

Venga, piensa en un político que más o menos conozca todo el mundo. Esa persona ha alcanzado suficiente poder como para mangonear más allá de lo que nosotros, legos en la materia, podemos llegar a concebir. Deciden cosas, tienen a muchas personas a su cargo. Tienen a empresas públicas y privadas dispuestas a lamerles el culo para conseguir dinero. O en su caso, tienen a grandes y poderosas empresas dispuestas a afianzar su posición.
 
Por ejemplo, midámoslo así: un político, de éstos que nos suenan a todos, tiene de pronto un grave apuro, privado, del que nosotros nunca sabremos nada, y necesita urgentemente un millón de euros para salir de él. 

No dudo de que cualquiera de ellos tenga suficiente poder como para conseguir un millón de euros en una semana, si se lo propone. Si han alcanzado ese status como para que los distingan por el apellido en televisión, es porque han ganado muchas carreras de mangoneo, luchas internas y juegos de poder.

¿Cómo lo consiguen? Pues llamando a bancos, cajas, bancocajas, empresas subcontratadas, empresarios, millonarios, gente con posibles, vamos. Y ante la urgencia del asunto, pueden prometer, seducir, amenazar, regalar, prestar, negociar y recalificar. Es para lo que han estudiado. Es lo que realmente saben hacer.

Y para todo eso, da igual que ellos, en su gobierno regional, alcaldía, parlamento o ministerio ganen 5, 500 ó 500.000. Es irrelevante. Ricos o pobres de dinero, pueden hacer cosas que, fuera de la política, muy pocos son capaces de hacer, salvo que tengan mucho dinero.

Poder es poder. Y es mucho más difícil de recortar.