Uri Jiménez
Puedo presumir de que tengo algún mago entre mis amigos, incluso he trabajado con ellos. Más al respecto próximamente. Por el momento tengo que decir que sé cómo funcionan algunos de sus juegos, pero soy lo suficientemente profano como para quedarme totalmente perdido en un espectáculo. Y como algo sé, a veces prueban conmigo a ver si sé por dónde van los tiros. Y por supuesto jamás les estropearía un número contándolo por ahí.
Uri Geller es un mago. No es un brujo, ni un parafenómeno, ni un psicomante ni un telépata. Es un ilusionista. Y eso los magos lo han sabido desde siempre.
Y sin embargo hace una hora le han sacado en Cuarto Milenio. Iker Jiménez, que para ser totalmente escéptico disimula muy bien, ha dejado caer ante sus invitados la pregunta de cuánto hay de verdad y mentira en los espectáculos de Geller. La conclusión ha sido alarmante:
- Lo de doblar cucharas es mentira
- Lo de doblar llaves es mentira
- Lo de infundir poderes a los espectadores para reparar sus relojes antiguos pudo deberse a la fuerza psiokinética de la unión de 18 millones de espectadores para que volveran a funcionar.
Oh, come on.
Los invitados del programa fueron unos estudiosos de lo paranormal que creían en lo paranormal, lo que para los trucos que explicaban era un sinsentido... a simple vista. Comprendían lo que Geller hizo, lo llamaban correctamente missdirection, pero ha quedado en el aire la tercera incógnita, ya que muchos llamaron después para asegurar que sus relojes habían vuelto a funcionar, dejando caer eso, que pudiera tratarse de un poder que Uri Geller... ¿qué? ¿Que usa cucharas con truco la mitad de las veces y la otra mitad usa poderes de verdad?
Señores, los relojes antiguos se estropeaban con la menor mota de polvo o de grasa, y si aprietan durante unos minutos un reloj con ese problema, el calor y la humedad pueden disolverla o cambiarla de sitio. A mí me lo contaron, yo no lo descubriría por mí mismo. Estadísticamente, casi todos en los 70 conservaban algún reloj del abuelo; estadísticamente, muchos de ellos fueron víctimas de esas motas después de la época en que compensara el esfuerzo de llevarlos a reparar. Resulta que ese truco no se le ocurrió a Geller por las buenas, sino que procede de los tiempos en que esos mecanismos eran de uso cotidiano y los relojeros tenían ese secreto en su gremio: Iban a su oscuro taller y probaban a ver si era eso. Y si era, salían a los tres minutos con una sonrisa, pidiendo dos pesetas por el recambio de piezas y el trabajo.
Ya digo que necesité que me lo contara un mago, uno que no tiene por qué revelarme sus técnicas, y mucho menos las de terceros, pero al que no le importa desmantelar a aquellos que se las dan de mesías, profetas, o poderosos. Los magos, independientemente de sus creencias, están hasta las pelotas de que los futurólogos, parlamuertos y otros parásitos sociales utilicen sus técnicas de mentalismo o adivinación, que son perfectamente explicables (parte de una ficción sumamente artística), para trascender a la magia y alcanzar unas cotas de misticismo (pura superstición) que se aprovecha de los crédulos. Hasta Anthony Blake, que en apariencia es quizá de lo más místico de España, hizo suyo el clásico "Todo es producto de su imaginación, no le den más vueltas, no tiene sentido". Es decir, "hagan el favor de no idolatrarme y dedicarse a cosas más útiles".
La magia es un fenómeno fascinante que nace en la psicología, pasa por las ciencias, matemáticas, estadística, física, incluso ingeniería... y acaba en las artes escénicas. Y tiene su propia historia, su propia literatura. Tiene sus oleadas, ahora los lumbreras televisivos han descubierto que como los monologuistas se han quemado por las ristras de chistes que crean una vez a la semana hay que cambiarlos, y qué mejor para ello que un colectivo virgen de profesionales que lo mismo llevan años perfeccionando un número de seis minutos. Y yo a los magos, como profano algo merodeador, les tengo un profundo respeto. No se puede uno imaginar, ni debe, cuánto hay que trabajar para que parezca que no cuesta trabajo crear lo que no parece posible.
Pero resulta que ahora va a ser Cuarto Milenio lo imposible. Me siento con este programa como cuando veo a un mago amigo repetir en público un juego que ha probado conmigo, que ha desarrollado delante de mí y que entiendo. Han dado a entender que ellos han descubierto los trucos de Geller, cuando gente como el mago James Randi lleva décadas denunciando su engaño en masa. Han dicho cosas como "se cree, se rumorea, que Geller trabaja ahora buscando petróleo", cuando hay documentales por ahí en los que aparecen él y quienes le contratan para eso.
Datos fehacientes a los que puedo acceder con dos clicks de google, quedan sumergidos en un halo de trascendente incertidumbre de un programa que acaba haciendo trampas en su propio juego. ¿A cuántos magos conoce el español medio? A Jorge Blass y Anthony Blake. ¿A cuántos astrólogos? Rappel, Paco Porras, Octavio Aceves, Aramis Fuster, la tipeja del ranking del horóscopo de madrugada... gente que nos importa una leche y que nos meten por los ojos porque el mundo está lleno de crédulos, gente de la que nos gusta oír las tonterías que necesitamos que nos digan. Aunque injusto, está claro que el sistema de dejar en ascuas, de referirse a nuestras mayores incertidumbres, funciona.
Quién iba a decirme a mí que ese presunto investigador llamado Iker Jiménez se acerca más a la Pitonisa Lola que a Tamariz. Hoy he visto la mierda, hoy he comprendido que Cuarto Milenio no es que hable de trucos. Es que es un truco.
If you are bending spoons with your mind, you are doing it the hard way.
5 comentarios:
Mierda, me habeis descubierto.
Pufff, cuarto milenio... supongo que ser del gremio es lo único que te lleva a ver ese programa, porque si no... Madre mía.
PD: (Corro a probar con el reloj de mano de mi abuelo, que lleva siglos en una vitrina sin funcionar)
Los que somos de la época de Juan Tamariz (naninooo naninooo mientras imita tocar un violín) nos quedamos prendados con sus apariciones en el mítico programa La Bola de Cristal (cantera incalculable... entre otros Kiko Veneno). Reunía a 7 u 8 pipiolos alrededor de una mesa verde y delante de sus narices les hacia malabares con las cartas. Yo me quedé prendado de esa capacidad sorpresiva... Años después aparecieron unos fascículos semanales dónde se enseñaban algunos de los trucos... era mentira... no eran trucos... era magia de verdad, una magia que sólo conocimos los que compramos los susodichos... con arte de birlibirloque me convertí en el amo de las comidas y cenas de navidad familiares. Aún recuerdo el infarto del bisabuelo cuando saqué su 5 de corazones de debajo de mi lengua en forma de cartita minúscula!!
Y es que hay magos que arrancan sonrisas por un mínimo precio de entrada y luego hay otros que se llaman magos que la sonrisa se les tendría que arrancar por vergüenza ajena.
Sorprender no es engañar.
Engañar hoy en día ya no sorprende a nadie.
iGroucho, ¿sabías que Tamariz estudió CINE?
Que no te digo nada y te lo digo todo.
¿Y tú sabías que si buscas en google "Y no te digo nada y te lo digo todo" esta es la tercera entrada que sale?
Que no te digo nada y te lo digo todo.