Doblar es desmontar un castillo de una zona árida piedra por piedra y reconstruirlo en otro lugar, un terreno montañoso con fuertes vientos, evitando que se desplome. Se pueden perder partes por el camino, remontarlo en una colina puede compensar eso. En cualquier caso, la pérdida no siempre es necesaria, el cambio sí.
Quién me podía decir a mí que cuando la casualidad me llevó a conocer Padre de familia iba a darme la oportunidad de tener uno de los trabajos que más respeto. Cuando Eduardo Gutiérrez me dijo que le habían asignado para dirigir el doblaje de la serie, casi no nos conocíamos. Cuando llegó la segunda temporada, ya había visto algún guión que había escrito, algún corto, conocía mis inquietudes. Y así de golpe me lo propuso, me propuso colaborar con él en la adaptación del texto al castellano.
Los pasos de adaptación de un guión para doblaje suelen ser dos: La traducción y el ajuste. La traducción debe dejar claras para el siguiente proceso todas las expresiones que provienen del inglés. Luego el ajustador coge este material y con la cinta adelante y atrás continuamente busca las palabras perfectas para expresar el texto traducido, las que duran lo mismo que el original, las que coinciden con la forma de la boca, y lo que seguramente es más importante, las que tienen las connotaciones y carácter que corresponden al personaje y la situación. Debido a esto, la labor de ajuste suele caer en manos del que después va a ser el director.
Cuando un traductor se enfrenta a un producto lleno de tecnicismos le supone un verdadero suplicio. Los encargados de C.S.I. o House tienen que tener a mano un compendio de notas, diccionarios especializados, libros de ciencias e incluso amigos profesionales para hacer su trabajo de la mejor manera posible. En el caso de Padre de familia, el problema no es que sea mayor, es que es distinto. La cantidad de chistes por minuto, los juegos de palabras y las referencias a la cultura pop, americana para más inri, hacen que sea demasiado normal pasar muchas gracias por alto. Lo que hizo Eduardo al proponerme colaborar fue añadir otro filtro para que menos posibilidades pasaran desapercibidas o fueran desaprovechadas. Trabajamos en paralelo sobre la traducción de Elena Rufas (¡qué sería de la serie sin ella!). Mientras él realiza el proceso habitual de ajuste, yo me centro en frases muy concretas, ya sean juegos de palabras que voy encontrando, nombres de famosos, referencias oscuras a películas...
¿Cómo puede pegar una rima aquí?
¿Entiende la gente "Un Don bueno como Dom De Louise o decimos un Don bueno como Don de gentes?
¿Ponemos Maria Shriver o "la mujer de Schwarzenegger"?
¿Esto no es de un episodio de Seinfeld? ¿Cómo tradujeron ellos el nombre de una mujer que rima con un órgano sexual femenino?
¿Esta frase no es de Obi Wan Kenobi?
¿Qué voz tuvo este personaje cuando salió la otra vez, hace tres años?
Lo más fuerte de todo esto es que Eduardo no trabaja menos conmigo. Trabaja más. Él se dedica en cuerpo y alma a cada texto que ajusta. Mi parte le supone un trabajo añadido de coordinación, selección y reajuste, que se suma a las notas habituales de la traductora. Plagio a John Cleese al decir que el mayor aliciente de trabajar en equipo es dar con un resultado muy superior al que tú te ves capaz en solitario, un ente con vida propia que no llegas a comprender cómo es posible.
Y aquí el aliciente llega al ver los resultados en sala. Actualmente la serie se dobla en Abaira, estudio fundado por una de las personas a quien más he admirado en esta profesión, el desaparecido Carlos Revilla. Nunca le llegué a conocer, pero he oído a este hombre más que a cualquiera de mis tíos, y no exagero. Y muchos que me lean se darán cuenta de que les pasa lo mismo: Era KITT, Bill Cosby, Homer Simpson, El Cuentacuentos y el Tío Matt en los Fraguel. Media infancia, vamos. Como director, con Los Simpson en concreto supo dar un punto casi perfecto de equilibrio, los mimó tanto durante 11 años que se han convertido incluso en la excepción que confirma la regla de aquellos que sólo ven ficcion en versión original subtitulada.
Y alcanzar el equilibrio no es fácil. Las muletillas pueden pasarse de rosca con demasiada facilidad, los localismos son un peligro, y sin embargo los hiperónimos pueden hacer perder la gracia. Presuponer qué entenderá el espectador es mucho presuponer. Aunque nosotros lo intentamos constantemente, no siempre sale. Es imposible traducir el sentido del instituto "James Woods High". A veces no podemos ponerle la voz habitual a un personaje parodiado por un sin fin de razones, ya sea que trabaje en Barcelona, que esté contratado en otro estudio, cuestiones de agenda, etc. Cuántas veces nos habremos quedado con las ganas de doblar una canción. Y, por supuesto, seguro que se nos han pasado por alto referencias.
Hay quien se pregunta si los actores se ríen cuando doblan un chiste. Oh, sí, se ríen. Y ésa es la prueba de fuego de que ha salido bien. A medida que han ido haciendo suyos a sus respectivos personajes, se han ido implicando más y más en la búsqueda para mejorar el doblaje; los tonos, el ritmo, las interjecciones, las muletillas, las sugerencias a última hora, la eterna búsqueda del punto cómico, de la espontaneidad, de esa palabra dicha por encima porque la situación lo requiere. Aquí es donde el trabajo en equipo alcanza su máximo exponente y ofusca definitivamente la autoría unipersonal.
He aprendido muchas cosas en este tiempo. Una de ellas, que me sigue costando asimilar, es que la imperfección puede llegar en forma de espontaneidad y valer más o menos que una precisión milimétrica, según el caso. Otra, a plantearme durante una hora que "aquí va un chiste", "un chiste de este tipo"y hasta que no salga, no puedo seguir. Perucho me hizo ver el extraño fenómeno que se percibe en muchos montajes de diálogo de series americanas, en los que cada personaje vuelve a hablar pasados exactamente 10 segundos. Un intérprete corre el peligro de pasarse de rosca. Un actor de doblaje, en concreto, puede doblar sin entender una situación y hacerlo bien tomando directamente el carácter interpretativo de la voz y la mirada originales, y no siempre es la mejor opción que conozca exactamente lo que sabe el personaje.
Admiro el fenómeno del doblaje por varias razones. La primera, porque algunos actores tienen una mezcla de timidez y extroversión que creo que enriquece la interpretación en general. Por otro lado, creo que algunos de los mejores actores españoles vivos trabajan en doblaje. Rogelio Hernández, Jordi Brau, Matilde Conesa, María Luisa Solá, Claudio Rodríguez, Luis Porcar y otro puñado de actores de élite dan mil vueltas a gran parte de la élite visual. La gente se pregunta de dónde ha salido ese crack interpretativo que da vida a Juan Cuesta, ¿de la nada? Ja.
Además, el fenómeno del doblaje tiene un grado de ensayo y error que lo convierte en una lección de humildad para los actores. Pueden tener un ego mayor o menor, como todos los intérpretes del mundo, pero el hecho de poder fallar la sincronía con el original, un error demostrable milimétricamente, les hace esforzarse y mejorar cada día que pasa. Otra razón es que la vapuleen por todas partes. Me hace gracia que Santiago Segura se meta con el doblaje y luego doble, incluso gratis, para promocionarse. O que Pilar Bardem esté en contra del doblaje cuando ella también ha doblado (y fatal) Estación Central de Brasil, su hijo Javier acepta doblarse a sí mismo cuando está en Hollywood y su hermano Juan Antonio recurría constantemente al doblaje para poder poner en sus repartos las más guapas actrices extranjeras.
La generación de actores que afirma que el doblaje se tiene que acabar tiende a estar muy por debajo del nivel de los actores de doblaje. Y encima creen que el espectador es tonto, que si las películas americanas dejan de doblarse la gente va a ir a ver cine español porque no tendrá alternativa. Lamentable. Para quien le interese saberlo, un veterano octogenario me contó que Pedro Masó decía lo mismo en los 50, arremetía con los profesionales constantemente, decía que el doblaje tenía que acabar... y luego le pedía sopitas a este señor para arreglar La gran familia.
O que no se aprende inglés. ¡Ay, que no se aprende inglés! Pues que los que ven películas en VOS me expliquen por qué siguen haciéndolo tras 30 años. Yo grabé Monty Python en Hollywood de casualidad por el 94, subtitulada en la 2 y gracias exclusivamente a esa película pasé de un suficiente raspado en inglés a un examen final de sobresaliente escrito con la punta del nabo. ¡Y el 90% de los defensores de la versión subtitulada no es capaz de ver los Oscar sin locución simultánea!
Me encanta cuando se dice "¿Te imaginas a Pepe Isbert, Alfredo Landa o José Luis López Vázquez doblados?" Oh, sí. De hecho, casi siempre los he escuchado así. Pepe Isbert se dobló en TODAS las películas que hizo. (Vale, en
El asesinato de Canalejas no.) Alfredo Landa ha sido profesional del doblaje y López Vázquez también ha hecho alguna incursión además de autodoblarse hasta la llegada del lamentabilísimo sonido directo heredado de la Nouvelle Vague. Y lo mismo Gracita Morales, Fernando Rey, Fernando Fernán Gómez... Ningún
enterao que me hace esa pregunta se da cuenta de su doble filo, de que los actores irremplazables que plantea son profesionales de la voz como no lo son los de ahora. Me molestaría que fueran doblados a otros idiomas, sí, pero no por dobladores tan buenos como los que tenemos en nuestro país, que son
ellos mismos. Sin embargo, "¿me imagino a Jordi Mollà, Antonio Banderas, Javier Bardem o Penélope Cruz doblados?" ¡Sí, por favor!
¿Pero por qué sigo yo prefiriendo ver cosas dobladas sabiendo inglés y, sobre todo, sabiendo el truco? Hay dos razones para ello. La primera es que aprecio demasiado la imagen como para soportar los subtítulos. Hay algún teórico de la imagen que no está de acuerdo conmigo, vale. Pero como montador y (esporádico y malo) director de fotografía no he sido capaz de disfrutar nunca de una película en versión subtitulada en toda su extensión. Para que se entienda lo que quiero decir hay que poner una peli en la tele y encender el teletexto para sordos, la página de los subtítulos. Está en tu idioma y mancha, destruye demasiada imagen. Y aunque el del cine y el dvd sólo destruyan un poco, desvían la atención y rompen cualquier sentimiento que pretenda dar el director de la película a través de la estética y los puntos de interés. Antes la veo sin subtítulos, aunque mi inglés no sea perfecto. Me pierdo menos. Los subtítulos me parecen unos ruedines deplorables.
Y el doblaje puede llegar a ser un Rolls, ésa es la otra razón. Los doblajes pueden estar mal hechos, los hay Seiscientos, El resplandor y otros 599 fracasos. He tenido la oportunidad de decirle a medio reparto de La vida de Brian que lo es. Pero cuando están bien hechos te llegan mucho más de lo que te puede llegar cualquier sentimiento transmitido entre integrantes de otra cultura. Con eso no quiero decir que esté cerrado a culturas externas, en absoluto, hablo tres idiomas y chapurreo un par más, alcanzo a reconocer el laborioso trabajo de Meryl Streep cuando busca un acento complicado (posiblemente alcanzo a conocerlo mejor que los que necesitan subtítulos). Pero es mi idioma natal el que más me conmueve. Y eso sí que he podido comprobarlo desde dentro, cuando un chiste de Padre de familia me pilla por sorpresa en pleno doblaje; los actores se ríen tanto como yo, que lo he oído una docena de veces en inglés. ¿Por qué me gusta el doblaje? Porque un
I love you en pantalla nunca me va a afectar tanto como un
te quiero en el idioma con el que me lo dijeron mis padres.